domingo, 27 de julio de 2008

Día 2. La Valletta

En Malta amanece más temprano, y desde las seis de la mañana hay una luz cegadora que impide seguir durmiendo. Pero los niños están acostumbrados a dormir en circunstancias peores, y no se despiertan hasta las nueve.
Mientras desayunamos y nos decidimos si alquilamos coche o no, acordamos hoy visitar Valletta, la capital. Nos indican la estación de autobuses de Bugibba-Qawra, que es en realidad como se llama la zona donde estamos.


La plaza circular donde se encuentra la terminal de autobuses de la Valletta está a las puertas de la entrada a la ciudad amurallada. La ciudad es bastante bonita, vetusta, descuidada, sucia, pero con encanto. Me recordaba a Lisboa.
Obligada visita a la co-catedral de San Juan, que tiene obras de Caravaggio. Primera vergüenza, hacemos pasar a los niños por 12 años, para no pagar su entrada, y una de las vigilantes no se lo cree.

Nada que ver el exterior con el interior del templo. Por fuera es sobrio, sencillo, no te esperas lo que te vas a encontrar dentro.
Te avisan que la co-catedral es una casa de Dios, un lugar de culto, y si el atuendo que llevas no te cubre suficientemente los hombros, pecho y piernas, te ofrecen un chal que debes devolver a la salida, junto con el telefonillo que te va dando las explicaciones. Tampoco se pueden llevar tacones de aguja, y hay un cajero automático donde puedes comprar zapatillas por 50 céntimos. A los caballeros sólo se les pide que se quiten el sombrero.
Además, te tienes que poner la mochila delante o en la mano, para evitar que se enganche en las paredes.
La catedral es un derroche de barroquismo, lujo, riqueza, mármoles en el suelo, capillas exuberantes...

Visitamos también el museo, donde están las obras de Caravaggio.
Después de comer visitamos el Museo de Arqueología que, aunque pequeño, me gustó mucho. Como curiosidad, faltaban algunas obras que se habían llevado para una exposición que está teniendo lugar en Alicante.

Pasamos de visitar el Palacio de Armas y el Museo de Historia Natural, que sustituimos por un paseo por la ciudad, con calor sofocante.


De vuelta al hotel, bañito en la piscina, cena y salida a una copita, con los niños. Aún así, volvemos que no son ni las doce.




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