viernes, 22 de agosto de 2008

Es (pectá) culo


El otro día fui a uno de los actos de las fiestas de mi barrio, Gràcia, en una plaza. Se trataba de teatro de improvisación. Están actuando los viernes en la sala Teatreneu, y han ofrecido dos espectáculos gratuitos en la calle, durante la fiesta mayor.

Fui con dos amigas, una de las cuales conocía personalmente a los actores y su trabajo, la otra ya los había visto actuar. Yo no los había visto nunca ni los conocía, así que no tenía ni idea de qué iba la cosa.

Me pareció un trabajo arriesgado.

Antes del espectáculo, pasan unas tarjetas donde el público escribe frases que se les ocurre, y sobre éstas los actores interpretan sketches (que ellos llaman juegos) de unos tres minutos.

No sé si se trata de una compañía estable, sé que son varios miembros, y no siempre actúan todos. En este caso eran tres, dos chicos y una chica.
Los tres me parecieron magníficos, y creo que supieron salir airosos de los atolladeros en los que el público los metió.

Había bastante público y muchas tarjetitas con frases.
Nosotras no escribimos ninguna frase, la urna no llegó hasta donde estábamos sentadas.

En cada juego, ellos sacan al azar una o más tarjetas, las leen en voz alta, y actúan. Además, en algunos solicitan del público un inicio del juego, o una frase final, o subir al escenario a acabar frases que inician ellos dentro de un sketch.

Pues bien, la inmensa mayoría de las frases que había escrito el público se referían a sexo, frases bastante soeces, por cierto, del tipo: cuando tomo Coca-Cola, se me empina la titola, o desde que practico yoga, me la como yo solo, etc, etc, etc!

Con gran profesionalidad, los actores salieron del apuro con dignidad, intentando rebuscar e intercalar otros temas aunque fuera por dar variedad a la representación. Aún así, como digo, supieron dar lo que el público pedía.

Debo decir que el público asistente no era ni especialmente joven ni especialmente clasificable. Era variopinto, como lo es el público que disfruta de las fiestas de Gràcia.

Está claro que lo que sigue causando furor es aquello de caca, culo, pedo, pis.

jueves, 21 de agosto de 2008

Estadística


No hace falta que diga la consternación que me ha producido el accidente del avión en Barajas, como a cualquier hijo de vecino con un mínimo de sensibilidad.

Tampoco me ha dejado indiferente, por otro lado, que el partido de la selección española contra Dinamarca se celebrase sin ningún reparo, o que el COI prohibiera el crespón negro a los deportistas españoles que participaron ayer en los juegos olímpicos y que pretendían demostrar así su solidaridad. Me cuesta entender los hilos que mueven estas decisiones y la arbitrariedad de las mismas.

Pero yo quería hablar de otra cosa en la que me ha hecho pensar esta catástrofe: la estadística. El domingo vuelo a Atenas, y hay quien me ha preguntado si no me da miedo, después de lo que ha pasado.

Hay mucha gente que tiene miedo a volar, y los que no lo tenemos, a menudo utilizamos el argumento estadístico (y sin embargo verdadero) de que muere muchísima más gente en carretera y en cambio cogemos el coche todos los días. No sé si el accidente de ayer propiciará que aumente el colectivo de los miedosos, pero creo que no tiene nada que ver.

El miedo a volar, como otros miedos, no se puede eliminar (quizá sí mitigar) con razonamientos, lógica o probabilidades matemáticas. Se acerca al miedo irracional de las fobias, y tiene un tratamiento complejo.

La estadística es una disciplina matemática, y no es una ciencia exacta. Tiene virtudes y defectos, entre éstos, la manipulación deliberada en favor de un resultado interesado, o los errores de representatividad o extensión de la muestra. Pero tiene un defecto inherente a ella, y es que sólo sirve para hablar colectivamente, las cifras para un individuo dado no valen.

En mi profesión se utiliza contínuamente la estadística, por ejemplo para predecir el comportamiento de un tumor, o su respuesta al tratamiento, o el pronóstico. Es muy útil para explicar en general, en abstracto, pero para casos concretos no sirve. Por mucho que tengas un 99% de probabilidades de no sobrevivir a un tumor, o de que no tengas un accidente en avión, tu caso concreto puede estar en el 1% restante, y para ti será el 100%. En el primer caso, de buena suerte, y en el segundo, mala.

Que quede claro que mi intención es destacar la inutilidad de la estadística en según qué cosas, y que no hay que darle un valor excesivo ni pretender que responda a todas nuestras cuestiones.

Y respecto al accidente, yo sí llevo un lazo negro en mi corazón.


martes, 19 de agosto de 2008

Conversación


Lo que más me gusta en el mundo es conversar. Si puede ser ante una mesa con buena comida y buen vino, y en compañía de alguien querido, mucho mejor. Tiene todos los elementos que me llenan y hacen sentir bien.

Conversar es intercambiar información, una información que llega no sólo desde las palabras, sino también desde los gestos, las miradas, la entonación, el entorno, las vibraciones, el anticipo, lo que se calla, lo que se imagina, lo que se supone, lo que se conoce, lo que se interpreta...

Aunque conversar parece fácil, ni mucho menos lo es. Requiere actividad (mental) de los participantes: escuchar (no sólo oir), procesar, empatizar, comprender, y rebuscar en la mochila de conocimientos, experiencias y razonamientos, para aportarlos. No vale con proferir palabras enlazadas acompañadas de sonrisas, cariños o aspavientos.

Tampoco se trata de discursear, monologar ni vomitar una información o un manifiesto, mientras el interlocutor no tiene nada que decir, y calla y escucha (o no), o no calla para asentir o disentir sin argumentos.

Para conversar se necesita entender. Comunicar es cifrar información mediante un código que, conocido por el receptor o destinatario del mensaje, es utilizado para descifrarlo. De entrada ambos (emisor y receptor), deben compartir o por lo menos conocer el código. Pero la comprensión implica algo más que la descodificación de una señal lingüística.

La lengua es ambigua, ya que muchas de sus expresiones tienen más de una acepción. Ya no digamos cuando se utiliza la ironía o la metáfora, por ejemplo.

Además, las palabras se profieren con una intención: pretenden desencadenar una respuesta, tienen un significado para el que las emite, que no tiene porqué ser el mismo para quien las recibe. Se supone que la conversación tiene que ser más fácil cuando los conversantes conocen su biografía.

En la conversación el enriquecimiento debe ser mutuo, los participantes aportan opiniones que hacen avanzar aquélla para crecer ambos. Me gusta compartir lo que sé, pero también me gusta que me enseñen, aprender del conocimiento de los demás. La conversación proporciona, además, intimidad con ellos.

Si no es así, la conversación es una mera charla, un hablar por no callar, llenar el tiempo con palabras, que ya está bien a veces, pero que no es a lo que me estoy refiriendo. La Conversación de verdad te tiene que dejar saciado, con el regusto de sentirte un poco más sabio y más cerca de los que han participado.

lunes, 18 de agosto de 2008

¿Plagio?


He visto la película Antes que el diablo sepa que has muerto, del director Sidney Lumet. Me ha gustado mucho, es un thriller rodado en Manhattan, con los actores Phillip Seymour Hoffman y Ethan Hawke como protagonistas. Te mantiene todo el tiempo con el corazón en un ay!.

Se trata de dos hermanos de clase media-alta, con dificultades económicas: el mayor, Andy (Hoffman), es un ejecutivo drogadicto casado con una mujer-florero. Hank (Hawke) es un perdedor, y se le va el sueldo en pagar la pensión a su ex mujer para la manutención de su hija. Andy convence a Hank para llevar a cabo el atraco perfecto, en la joyería de sus padres. Sin armas, todo tiene que salir bien: la joyería está asegurada, y nadie pierde.
La cosa se complica cuando Hank no se atreve y mete a un tercero en el atraco, y las cosas no salen como esperaban.

¿No os recuerda muchísimo a Cassandra's dream, la última película estrenada de Woody Allen?
Desde los primeros minutos de la película he tenido la sensación de repetición.

No sólo el argumento es similar:
En Cassandra's dream, dos hermanos, Ian (Ewan McGregor) el mayor, ambicioso con ciertos delirios de grandeza, y Terry (Colin Farrell), jugador empedernido y también perdedor constante, están en serios apuros económicos. La llegada de un tío supuestamente rico les ayudará a salir del atolladero, pero a cambio de cometer un crimen, que también se complicará. La película también te mantiene con un nudo en el estómago hasta el final.

Los dos hermanos mayores, los dos rubios, para más señas, son los listos. Los menores, morenos, perdedores y apocados, tienen más escrúpulos morales y son los que harán fracasar la operación.
Además, en ambas películas aparece por medio una mujer-objeto (en la de Allen, es la aspirante a actriz que enamora a Ian), que no tienen mucho protagonismo, pero incordian.

La película de Woody Allen se estrenó en octubre del año pasado, y la de Lumet en mayo de este año aquí en España, pero en octubre pasado en Estados Unidos. Así es que no hay sospecha de plagio de una a otra. Encima, Antes que el diablo... se rodó en Manhattan, ciudad donde Allen vive y ha rodado la mayoría de sus películas anteriores.
La verdad es que la manera en que está rodada la película no se parecen.

Pero, no creéis que son muchas coincidencias? Será casualidad, pero estoy deseando ver Vicky, Cristina, Barcelona, a ver si le veo algún parecido con otra...

miércoles, 13 de agosto de 2008

¿De verdad son juegos?


No tenía intenciones de escribir sobre los juegos olímpicos. No me interesan, el deporte el general, y las olimpíadas en particular, pero mucho menos las de este año. No ver nada sobre ellas, y no comentarlas, era mi particular, discreta y minúscula rebelión.

Sé de los muchos beneficios del deporte, pero ya desde pequeñita, mover el cuerpo no ha sido lo mío, si no es para bailar. Siempre he preferido ejercitar la mente.

Aún así, no soy una integrista antideporte, pero los juegos olímpicos me parecen una manifestación más o menos encubierta de propaganda política, por un lado oficialista, del país organizador, y por otro de los contrarios, ya sea en forma de boicot, actos terroristas, o deserciones. Esto puede observarse de una manera u otra en todas las olimpíadas, gracias al bombardeo mediático. Es mucho más acusado en los modelos comunistas, donde los juegos representan la expresión máxima de la intervención del estado en el deporte (Berlín 36, Moscú 80, Pequín 08), pero también puede verse en las democracias occidentales (Los Ángeles 84).

Entonces, porqué estoy escribiendo sobre ellos?

Por una sencilla noticia que he leído: En los actos de inauguración (que no vi, pero me han contado y he visto imágenes, que fueron magníficos, majestuosos, espectaculares,...), salió cantando una Oda a la madre patria una niñita muy mona (Lin Miaoke), que resultó que hacía playback. La razón es que la niña que cantaba de verdad (Yang Peiyi) no daba la imagen: tiene la cara regordeta y los dientes desparejados, y según el responsable musical del evento, tenían que proyectar la imagen correcta, pensando en lo mejor para la nación.

Se han descubierto otros pequeños fiascos, como los fuegos artificiales, parte de los cuales estaban grabados, pero me parecen cuestiones puramente estéticas, no olvidemos que estamos en la era digital y hay fotoshop por todas partes.

Sin embargo, lo del trueque de niñas me parece brutal. Es una manifestación más de la falta de respeto hacia los derechos humanos, revela claramente cuál es la escala de valores de los dirigentes y destaca el menosprecio más absoluto que muestran hacia las personas, sobretodo las niñas, quienes allí no son nada. Los chinos no son todos iguales, y espero que los que son diferentes, hagan oír su voz.

Dicho esto, vuelvo a mi ostracismo respecto a los juegos polímpicos.


martes, 12 de agosto de 2008

Paul


El otro día comenté en el blog, hablando de los parecidos entre los miembros de una pareja, que no me atraen los hombres de tez y ojos claros.

Debo aclarar que hay algunas excepciones remarcables, aunque reconozco que no soy nada original. Me estoy refiriendo a Paul Newman.

Me enteré el domingo que tiene un cáncer terminal.

La noticia me pilló a contrapelo, no tenía ni idea que estaba enfermo, y menos aún que su muerte es inminente. A pesar de que tiene 83 años, y duele un poco menos al pensar que ha tenido una vida razonablemente larga, pasa como con los miembros de la propia familia (tan cercano nos es), que uno no se plantea que van a faltar un día, y undía te llega a quemarropa.

No soy una persona mitómana, antes al contrario, pero reconozco que admiro al actor por cuestiones diversas, no sólo por su anatomía de infarto.

Actor excelente. A pesar de que se inició en el mundillo del celuloide con intenciones de ser director (y de hecho dirigió algunas películas), su increíble físico lo arrastró a la interpretación. Y lo hizo como nadie. Como él mismo decía, si actúas como si tuvieras fe, la fe nacerá en ti. Y los que no tenemos fe, nos creíamos todas sus interpretaciones.

Calidad humana inmejorable. Su belleza física no le impidió mantenerse siempre alejado de la vanidad, era humilde y discreto, y una cabeza bien amueblada y una elegancia de espíritu pocas veces igualada lo hacían una rara avis en el mundo del cine.

Sé que los medios de comunicación ya deben estar preparando biografías, recopilaciones, ciclos... De lo que todos nos beneficiaremos. Lo único que espero es que no se dé el morbo que suele acompañar a algunos de estos medios, y que se respete el deseo del actor de morir en paz, rodeado de los suyos, en su entorno.

Vaya desde aquí mi humilde homenaje.

lunes, 11 de agosto de 2008

Violencia


Estoy espeluznada con los casos de violencia (no sé cómo llamarlos, si doméstica, machista, sexista, de género, o simplemente, cavernícola) que se dan a conocer diariamente en los medios, porque me hace pensar que hay muchísimos más, que no salen a la luz.

El último que he sabido no se ha destacado porque la víctima haya fallecido, como tristemente viene ocurriendo, sino porque alguien que se metió en medio, alguien que quiso evitar un fatal desenlace, se encuentra él mismo debatiéndose entre la vida y la muerte.

Me recuerda el caso de la inmigrante agredida en el metro que fue captado por una cámara que también captó a un pobre chaval que tuvo la mala suerte de ir en el mismo vagón, y que no hizo nada por ayudar a la chica. Después hubo quien le recriminó su pasividad.

En este caso, fue al contrario. El hombre que salió en defensa de la chica agredida, coherente con las enseñanzas que intentaba inculcarle a su hijo, con el que iba, recibió una paliza del energúmeno, a quien pegar a su pareja no le había resuelto su exceso de testosterona y se lió a mamporrazos con él. Ahora se encuentra en coma, al parecer agravado por el hecho de que en tres hospitales a los que acudió de urgencias no hicieron caso de los fuertes golpes que había recibido en la cabeza.

De un mismo suceso, se desprenden varias deficiencias:

En primer lugar, el hecho en sí de la agresión sufrida por una mujer a manos de su pareja. No hace falta decir lo execrable de estas acciones y la repugnancia que me provocan. Las leyes siguen sin estar a la altura, pero el cumplimiento de las que hay, menos todavía.

En segundo lugar, la valentía de ayudar al prójimo es admirable, pero demasiado cara si se tiene que pagar con la vida. Casi siempre el defensor sale escaldado y ante la ley está más desprotegido que el agresor.
En tercer lugar, el no haber prestado atención a los golpes en la cabeza y no realizar pruebas de imagen dirigidas, seguramente acabará con denuncia a los hospitales. Quizá se podría aducir que estamos en verano, que falta personal... pero lamentablemente, casos de éstos se producen a veces (pocas, vaya en su descargo) también en invierno.
Por último, el agresor está libre (sólo debe presentarse en el juzgado cada quince días), y la agredida no sólo no ha presentado denuncia (miedo a las represalias, quizá?) sino que ni siquiera ha dado las gracias a su defensor.


martes, 5 de agosto de 2008

Parej...cidos


No soy la primera persona en observar el enorme parecido físico de algunas parejas entre sí. Desde observaciones personales no publicadas, comunicadas en conversaciones informales, hasta estudios serios al respecto, otros se han dado cuenta de esta coincidencia.
Naturalmente, creo que hay tantas parejas que se parecen como que no se parecen, o incluso más de éstas, pero lo que nos llama la atención y nos sorprende es lo primero.

Hay explicaciones al asunto, claro:
Que escogemos la pareja que tiene rasgos parecidos a los nuestros porque nos gustamos. Que los rasgos faciales delatan la personalidad y buscamos esa personalidad afín (una variante darwiniana de éstas es que buscamos perpetuar nuestras características, pero creo que esto no tiene mucho sentido hoy en día, cuando se tienen distintas parejas a lo largo de la vida, con o sin hijos, y cuando a veces se empareja la gente sin intenciones o posibilidades de procrear). O que el parecido se va dando con el tiempo y la convivencia, al compartir experiencias y formas de ver la vida. Otra explicación más freudiana e igual de discutible, sería que buscamos parejas que se parezcan a nuestros progenitores. Puesto que tenemos rasgos de nuestros padres, algunos coincidirán sin más remedio.

Sobre lo que creo que no hay conclusiones ni siquiera estudios, y es lo que a mí me preocupa, es si las parejas que se parecen son más felices, duran más o se llevan mejor que las que no, o no tiene nada que ver.
Lo más fácil de pensar es que no tiene nada que ver. En mi entorno de amistades y familia tengo ejemplos de los dos tipos, de parejas que se parecen y que no. Pero no puedo ponerme a hacer una encuesta preguntando si se llevan bien o mal, ni puedo objetivar si unos se llevan mejor que los otros, ni lo que digan delata de verdad una u otra situación.
Por otro lado, si sólo las parejas que llevan más tiempo fuesen las que se parecen, demostraría que el parecido es consecuencia de la duración, y no al revés.
Pero no es así, hay parejas jóvenes que hace poco que se han establecido, y sin embargo se parecen, y no se puede predecir si serán duraderas.
Debo confesar que, intuitivamente, tengo tendencia a pensar que sí.
Sin embargo, al contrario, ante parejas muy dispares físicamente, no pienso que no vayan a durar, sino que busco otros elementos afines, en la personalidad.

Para acabar de enredar el tema, todo el tiempo estoy hablando de afinidad, sea física o psicológica, como si estuviese demostrado que hay que ser afín para llegar lejos en una relación.
Personalmente, debo decir que creo que debe existir una cierta afinidad estructural, aunque luego haya rasgos superficiales distintos o incluso opuestos, que hasta pueden llegar a complementarse.

Si me baso en la experiencia personal, no llego a ninguna conclusión. Respecto al físico, ninguna de las parejas que he tenido se ha parecido a mí (soy de tez y ojos claros y pecosa, y en cambio no me atraen estas características en un hombre). Respecto a la personalidad, cuando alguno se ha parecido a mí estructuralmente, ha habido algún elemento de piel que ha hecho que no funcione, y viceversa.

Así pues, mientras no se demuestre lo contrario, esto no ha sido más que una comedura de coco, quizá para hablar de algo que no sea Malta.

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