No hace falta que diga la consternación que me ha producido el accidente del avión en Barajas, como a cualquier hijo de vecino con un mínimo de sensibilidad.
Tampoco me ha dejado indiferente, por otro lado, que el partido de la selección española contra Dinamarca se celebrase sin ningún reparo, o que el COI prohibiera el crespón negro a los deportistas españoles que participaron ayer en los juegos olímpicos y que pretendían demostrar así su solidaridad. Me cuesta entender los hilos que mueven estas decisiones y la arbitrariedad de las mismas.
Pero yo quería hablar de otra cosa en la que me ha hecho pensar esta catástrofe: la estadística. El domingo vuelo a Atenas, y hay quien me ha preguntado si no me da miedo, después de lo que ha pasado.
Hay mucha gente que tiene miedo a volar, y los que no lo tenemos, a menudo utilizamos el argumento estadístico (y sin embargo verdadero) de que muere muchísima más gente en carretera y en cambio cogemos el coche todos los días. No sé si el accidente de ayer propiciará que aumente el colectivo de los miedosos, pero creo que no tiene nada que ver.
El miedo a volar, como otros miedos, no se puede eliminar (quizá sí mitigar) con razonamientos, lógica o probabilidades matemáticas. Se acerca al miedo irracional de las fobias, y tiene un tratamiento complejo.
La estadística es una disciplina matemática, y no es una ciencia exacta. Tiene virtudes y defectos, entre éstos, la manipulación deliberada en favor de un resultado interesado, o los errores de representatividad o extensión de la muestra. Pero tiene un defecto inherente a ella, y es que sólo sirve para hablar colectivamente, las cifras para un individuo dado no valen.
En mi profesión se utiliza contínuamente la estadística, por ejemplo para predecir el comportamiento de un tumor, o su respuesta al tratamiento, o el pronóstico. Es muy útil para explicar en general, en abstracto, pero para casos concretos no sirve. Por mucho que tengas un 99% de probabilidades de no sobrevivir a un tumor, o de que no tengas un accidente en avión, tu caso concreto puede estar en el 1% restante, y para ti será el 100%. En el primer caso, de buena suerte, y en el segundo, mala.
Que quede claro que mi intención es destacar la inutilidad de la estadística en según qué cosas, y que no hay que darle un valor excesivo ni pretender que responda a todas nuestras cuestiones.
Y respecto al accidente, yo sí llevo un lazo negro en mi corazón.
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