Últimamente, los temas son recurrentes. Parece que me voy moviendo en círculos, y me asaltan las mismas cuestiones, paradójicamente, por todas las esquinas.
Vuelvo con lo del plagio. Esta vez no en el ámbito musical, cinematográfico ni de gente conocida; no voy a meterme si Desigual copia a Custo o no, todos estos casos se resuelven en los tribunales. A lo que me refiero, se queda entre nosotros.
Siempre que puedo, leo El País y La Vanguardia digitales, a veces algún otro diario. Suelo leer los titulares y leer más a fondo las noticias que me interesan o me llaman la atención. Además leo algunos blogs de ambos diarios.
Hoy he leído un blog de La Comunidad de El País (es decir, de un lector), quejándose del consumismo navideño, en forma de poema.
En papel compro La Vanguardia los domingos, por la película de Paul Newman que se puede comprar con ella.
Una de las cosas que he leído hoy es una carta del Magazine, de una mujer valenciana. He reconocido en ella todas las palabras que había leído ya en el blog. El blog era actualizado de esta mañana. La carta, para poder ser publicada hoy, se ha mandado hace días. Es decir, el autor del blog, ha leído el Magazine de La Vanguardia y a continuación ha reconvertido la carta en su blog.
La otra posibilidad es que se trate de la misma persona, cosa que me parece poco probable.
Ya dije que nadie estamos libres de pecado, quien más y quien menos se apoya en una idea de otro para construir algo. Supongo que no tiene ninguna importancia, y habrá incluso a quien le haga gracia, porque he visto antes hacer no sólo un refrito, sino transcribir letra por letra en un blog lo que dice otro, pero a mí me parece indigno y rastrero. Sobretodo cuando en los comentarios, alguien le felicita por sus profundas reflexiones en el post, y aún se pavonea.
Si te gusta lo que se ha dicho en otro sitio, y quieres que más gente lo comparta, pues lo recomiendas.
Sé que peco de ingenua, que me asombraría ver todo lo que se copia por ahí, pero si no se tiene nada que decir, antes que repetir lo que ha dicho otro haciendo creer que es propio, uno debería callarse.
En palabras de George Eliot:
Bendito sea el hombre que no teniendo nada que decir, se abstiene de demostránoslo con sus palabras.
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