miércoles, 17 de septiembre de 2008

Arte


Desde el inicio de los tiempos, el arte o la expresión artística ha sufrido muchísimas modificaciones. Antiguamente, las corrientes artísticas duraban muchos años, como casi todo, por la dificultad de comunicación y traspasar fronteras.

Después de experimentar durante tiempo con una determinada técnica o un estilo, introducir un pequeño (o gran) cambio, significaba introducir una nueva corriente, que hasta que se daba a conocer, y sedimentaba, volvían a pasar años, hasta un nuevo cambio.

Hoy en día esto está extremadamente acelerado, y cualquiera puede estar al día de lo que ocurre en su campo de interés al otro lado del planeta (naturalmente, me estoy refiriendo al primer mundo). Las tendencias y los estilos, apenas salen a la luz ya se quedan obsoletos. Así, si uno quiere innovar, lo que tiene que hacer es que su producto sea diferente de lo que hay. Se paga lo original, no importa que sea mejor o peor, sólo es imprescindible que sea distinto, y que sorprenda, para bien o para mal.
Si encima se acompaña de cierto escándalo, de un toque de gamberrismo, mejor que mejor. Aquello de que hablen de ti, aunque sea mal.
De esta manera, lo más disparatado será lo más cotizado.

Supongo que eso debe ser lo que ocurre con Damien Hirst, el artista contemporáneo más cotizado actualmente, con su récord de recaudación por la subasta de algunas de sus obras.
La más comentada, el becerro de oro, es un ternero metido en una urna llena de formol, que tiene las pezuñas y los cuernos, y una corona, de oro.

No digo yo que no le haya costado esfuerzo, desgaste de neuronas y dinero (con lo cara que va la ternera...!) conseguir tal mamotreto, además que no soy nadie para dictar los criterios de lo que es arte o lo que es jeta, pero me lo expliquen.

Me gustaría ver el careto del que ha comprado la obra, por la que ha pagado 13 millones de euros. No estaba personalmente en la subasta, sino que daba órdenes a su representante por teléfono. Me imagino a un jeque árabe, de esos que por cada barril de petróleo vendido, ingresan en sus cuentas no sé cuántos miles de euros, con una mansión imposible llena de objetos inverosímiles, casi todos extravagancias de los artistas de moda en occidente.

Estamos mezclando el arte con inversión, oportunismo, esnobismo, consumismo y otros ismos, pero claro, si se le quita el apellido de arte o artista, a quienes lo perpetran, se les acaba el momio.



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