viernes, 20 de junio de 2008

Inmigrantes


Me resultan simpáticos, diría que incondicionalmente, los inmigrantes que se integran o hacen todo lo posible por ello.

De la misma manera que me predisponen en su contra los que permanecen en su país/región aún estando fuera, encerrados en sus costumbres e ignorando el nuevo entorno.

Y no lo digo sólo por los que vienen de tierras más o menos lejanas, sino también por los que vienen desde unos pocos cientos de kilómetros.

Sé que hablo desde la perspectiva de local, aunque no me siento del todo aborígen, ya que mis abuelos fueron inmigrantes. Sé que no es fácil ponerse en la piel de quien, por distintas cuestiones, ha tenido que dejar su tierra, su familia, amigos...

Mi intención no es hablar de las dificultades que ello comporta ni de lo duro que es. Tampoco quiero entrar en temas de política de inmigración, integración o económicos.

De lo que quiero hablar es del cariño y la solidaridad que me inspiran los que, teniendo que iniciar una nueva vida en un lugar desconocido, se interesan por la nueva realidad, reconocen las cosas buenas y sufren las malas como los demás. Los que agradecen que les cuentes cosas de su nueva ciudad, que les enseñes rincones que tú mismo acabas de descubrir, o que no se sienten incómodos con tu idiosincrasia.

Hablo por ejemplo de un matrimonio chino que se quedó con un bar en traspaso y no lo transformó en un todo a cien, sino que siguió con el negocio. Una bodega de barrio, donde se ofrecían tapas con la bebida antes del traspaso, y que los recién llegados han seguido haciéndolo aconsejados por los parroquianos.

O hablo de un compañero de trabajo, venido de bastante más cerca, que al mes de estar aquí ya hablaba y escribía una lengua que no era la suya, sin pudor y sin miedo. Y que siempre tiene la boca y la mente abiertas a lo que va descubriendo sobre la ciudad que lo acoge.

Conozco muchos otros ejemplos más o menos cercanos. Esta actitud abierta y confiada despierta la empatía e invita a la generosidad, mientras que una postura recelosa, victimista o abiertamente hostil no hace más que generar antipatía o paternalismo.

Y esa actitud es independiente del lugar de procedencia y de las circunstancias que han provocado la migración.

Es una actitud ante la vida y ante los congéneres positiva, madura y sin complejos.
Y son los que verdaderamente aportan y enriquecen las culturas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

molt bona tira

:)

Blau dijo...

Hola, te descubrí hoy..sí, estoy leyendo tu blog desde el 1er post...y la verdad que este me ha gustado mucho :-)

Un saludo

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