miércoles, 19 de enero de 2011

Pastel de rizo americano

La foto que veis aquí, que parece del escaparate de una pastelería, no lo es. Son tartas y pasteles, sí, pero no comestibles: están hechos con toallas.
Se trata de Coses de casa, una tienda, como su nombre indica, de cosas del hogar, fundamentalmente ropa, que se encuentra en la plaza Sant Josep Oriol de Barcelona.
La tienda hace esquina y cuenta con dos aparadores. Uno de ellos lo denominan y así está rotulado, La Pastelería, y siempre está decorado como si lo fuera.
Es una de mis tiendas preferidas, entre otras tantas emblemáticas que hay por el casco antiguo de la ciudad, y que no me resisto a admirar cuando paseo por la zona.

Otra que no me pierdo nunca es la Ganiveteria Roca, en la contigua plaza del Pi, una antigua cuchillería que este año celebra nada menos que su centenario.
Su escaparate también despierta mi fascinación, por la variedad de tijeras, cuchillos, navajas, sables, alicates y demás objetos cortantes de todo tipo que se exponen, y que uno ni se imagina que existen. Y es que si no está aquí, es que no existe. Los objetos están expuestos como si de joyas se tratasen, y muchos realmente lo son. A mí me maravilla, como me maravillan las ferreterías, de las cuales también hay muchas con encanto en Barcelona. Todavía, afortunadamente.

Aparte de los monumentos y edificios singulares, lo que caracteriza a una ciudad y le imprime personalidad, son sus tiendas.
Tener un Paseo de Gracia con tiendas de Ives Saint Laurent, Christian Dior o Salvatore Ferragamo, puede dar mucho glamour, pero nada que no se pueda encontrar en la calle Serrano de Madrid, la Quinta Avenida de Nueva York o Bond Street en Londres. Ya ni hablo de los Zara, Women's Secret, Benetton, H&M, Massimo Dutti, Mango, CorteIngleses y demás, que nos han sumido en una uniformidad global que hace que toooooodas las zonas comerciales de toooooodas las ciudades parezcan calcadas.

Así que espero que esas preciosas y singulares tiendas de Ciutat Vella no se vean afectadas por la crisis ni las multinacionales y se mantengan ahí durante mucho tiempo.

Y ahora os dejo una de esas joyitas de animación que de vez en cuando me encuentro por ahí, que viene al pelo:

miércoles, 12 de enero de 2011

David y yo

En 1817 Stendhal, seudónimo del novelista francés Henri-Marie Beyle, visitó Florencia, admirando la belleza de estatuas, fachadas, cúpulas y frescos de las numerosas iglesias y galerías de arte que allí se encuentran. Al llegar a la Basílica de la Santa Cruz, sintió vértigo, palpitaciones y una sensación de ahogo que lo obligó a salir a tomar aire. Describió estas sensaciones en su libro de viajes Nápoles y Florencia: de Milán a Reggio:

Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de la Santa Croce, el corazón me latía con fuerza, eso que en Berlín llaman nervios; la vida se había agotado en mí, caminaba con miedo a derrumbarme.

En 1989, la psiquiatra italiana Graziella Magherini publicó un libro con los 106 casos registrados durante más de una década en el hospital Santa Maria Nuova de Florencia donde trabajaba, de turistas y viajeros en los que había observado los mismos síntomas que presentó el escritor, y lo denominó Síndrome de Stendhal.
El cuadro clínico varía en cada caso, pero generalmente se presenta con angustia, confusión, excitación, temblor, palpitaciones, sudoración, zumbido de oídos, e incluso alucinaciones, todo de aparición súbita.
Es un estado de ánimo transitorio, un arrebato que se da ante la contemplación de la belleza. Normalmente ocurre al observar obras de arte de notable belleza, en un espacio corto de tiempo y concentradas en un mismo lugar. Esto explicaría que Florencia, una ciudad que acumula tantas obras de arte renacentista, sea el lugar donde más casos se han observado.
Dicen que son especialmente susceptibles las personas con gran sensibilidad receptiva y ansia por contemplar la belleza artística, de ahí que se le conoce también como el mal del viajero romántico. Las personas afectadas por este síndrome, según Magherini, suelen ser turistas relativamente jóvenes, la mayoría mujeres que viajan solas y que proceden de ciudades tranquilas, con una vida ordenada, monótona y sin grandes estímulos artísticos.

Para Óscar Valtueña, médico e historiador del arte, tal síndrome no existe, ya que los síntomas que lo definen son vagos e inespecíficos, y no determinan una enfermedad.
A mí me da igual. Es posible que el apelativo de "síndrome" no sea afortunado, pero hay tantos así...
Llámesele como se quiera, que hay que nombrar las cosas para entendernos, pero existir, EXISTE. Doy fe, que lo sufrí en mis carnes, hace muuuuchos años, pero conservo vívido el recuerdo. Aunque entonces no supe qué me había pasado. Aunque no viajaba sola, era muy joven, mi vida era cualquier cosa menos monótona y no procedía de una ciudad tranquila y sin arte.

Fue en un viaje de fin de curso como profesora. Fuimos a Italia una semana, visitando Florencia, Venecia, Pisa, Siena y Verona. Tres días intensivos en Florencia visitando lo más destacado, lo que uno no se puede perder. Dejamos para el final el David de Miguel Ángel, por quien sentía devoción. Lo había visto muchas veces en dibujos, fotografías, reproducciones, y sabía cómo era. Pero tenerlo allí delante, tan majestuoso, tan grande (no me imaginaba el tamaño real), tan perfecto, tan suave, tan blanco (estaba recién limpito)... me puse a llorar como una Magdalena. Me dio un llanto irrefrenable, que me tuvo tres cuartos de hora sumida en lágrimas a la vez que no podía dejar de mirarlo, de dar vueltas a su alrededor, para cachondeo y estupor de todos los presentes.

Y eso que en realidad el David me parece que tiene algunas partes desproporcionadas, entre otras cosas, es cabezón.
Pero hasta en la gamuza de limpiarme las gafas lo tengo estampado.

sábado, 8 de enero de 2011

¡Que enfieste la pieza!

Primera entrada del año, con el que iniciamos también una nueva década.
Será que estoy contagiada con el virus de la crisis, pero me cuesta motivarme. Hace dos años, el sólo hecho de que los días son ya más largos al comienzo del año me alegraba, me hacía atisbar en el horizonte la primavera, a pesar de estar en pleno invierno.
Quienes me conocen saben que soy un alma inquieta. Aparento ser tranquila y serena, pero en mi interior necesito estímulo neuronal contínuo. Y estoy en encefalograma plano.
El motivo no lo sé, seguro que son muchos que se dan en conjunción o que se han ido acumulando, pero me preocupa.
No sólo no me motiva, ni siquiera me anima el vídeo que os dejo a continuación. La teoría me la sé.




Como digo, la teoría me la sé. Ya sé que todo esto es de manual de autoayuda, pero como veréis, necesito ideas.
De las 60 proposiciones que se hacen, he hecho dos listas, la primera, lo que no hace falta que me recuerden:

Ya me muestro.
Sigo mi instinto (y así me luce el pelo).
No me hago la víctima.
Hago lo que sé hacer.
Siento curiosidad por todo lo que me rodea.
No me aíslo, me reúno con los que quiero.
Bailo, me mimo y me enfrento a mis miedos.
Visito museos... de vez en cuando.
Tomo decisiones todos los días.
Hago el ejercicio que puedo y me gusta (bailo y camino).
No estoy enchufada a la tele y escucho música cuando puedo.
Me mantengo en contacto con la naturaleza... siempre que es posible.
¡Claro que puedo! A mí me lo vas a decir, nadie mejor que yo conoce mis posibilidades.
Creo que estoy equilibrada, duermo de p.m. y leo, aunque ahora pocos libros.
Cuido mis orquídeas.
Llego donde me propongo. No me planteo cosas irreales ni me comparo con nadie.
Procuro vivir cada momento y creo que me trato bien.
No sólo acepto que la vida tiene momentos buenos y malos, sino que saco jugo de todos ellos.
Creo en mí. Creo que soy amable... con quien quiero serlo.
Soy especial para mis hijos, y no se lo contradigo.
Soy honesta, conmigo y con los demás.
Dedico tiempo a divertirme.
La gente que me apoya y me enseña son mis amigos, y de vez en cuando les invito a un café... o una cerveza.
Sé perfectamente que el dinero no compra la felicidad, pero quita muchos males de cabeza que impiden ser feliz.
Ya doy la ropa que no necesito.
Sé quién soy y el valor que tengo, ni más ni menos que cualquiera, no me gusta la gente que se cree por encima del resto.
Aunque no lo quiera, formo parte de varios grupos, etiquetas, rebaños o tribus.
El amor en mi vida me lo proporcionan mis hijos, mi familia y mis amigos, y creo que los cuido.
Amo a la madre tierra más que algunos que se llaman ecologistas.
Soy perfeccionista, lo que hago intento que sea lo mejor posible.
No he perdido la esperanza, sé que a veces el mañana nos trae sorpresas.
Me encanta aprender.
Aprecio lo que tengo.
Cualquier ser humano es tan grande como puedo serlo yo, y creo en las personas... hasta que me demuestran lo contrario.
Estoy con mis amigos y mi familia.
Soy honesta conmigo misma, esto ya ha salido antes, pero si hay que serlo el doble, lo soy.

La segunda lista probablemente es la más interesante porque es lo que no hago o no me sé, representa un 20% del total:

Ama tu trabajo. Está difícil. Amo mi profesión, pero no puedo estar contenta en un lugar donde no comulgo con los objetivos y las prioridades. Y no hablo de la Sanidad en tiempos de crisis, que es otro cantar.
¿Qué es lo que hay que mirar desde una nueva perspectiva? ¿Cuál es la perspectiva correcta?
Para marcarse objetivos primero hay que tener ilusiones, deseos, sueños. Me los estoy pensando.
Acabar lo que uno ha empezado... De las cosas que más satisfacción da, lo sé por experiencia, pero cuesta tanto...
No sé por qué he dejado en esta lista la ayuda a los demás. Creo que hago lo que está en mi mano. Siempre se puede hacer más, pero se puede contar conmigo.
Sé que debería estar menos pendiente de las noticias, creo que me alegraría el humor y disminuiría mi pesimismo.
No pienso cada noche en las cosas buenas que me han sucedido, entre otras cosas porque no me da tiempo antes de dormirme.
Para dejar entrar las nuevas ideas hay que tenerlas. De momento, estoy seca.
Reconozco que a veces soy un poco obsesiva con los malos pensamientos... o con los pensamientos, en general.
Lo de centrarse en crear lo que uno desea... se trata de pasar a la acción cuando uno tiene un objetivo. Como he dicho, de momento no los tengo, por triste que sea.
No entiendo qué quiere decir encontrar un espacio común. ¿Común a quién? ¿O a qué?
No hago listas de agradecimientos. ¿Se debe hacer?

Naturalmente, esto ha sido un juego.
El lunes vuelve la normalidad a nuestras vidas, con permiso de las rebajas, así que...
¡Que enfieste la pieza!

viernes, 31 de diciembre de 2010

Feliz cine

La última entrada del año va a ser, además de desearos un 2011 mejor que el 2010 (pero poned vuestro granito de arena, eh?), una recomendación de cine.
Hacía semanas que no iba, y tenía más mono en mi cuerpo que el peñón de Gibraltar.
Fui esta semana y la película que vi me compensó con creces el vacío: El discurso del rey (The King's speech, Tom Hooper. Reino Unido 2010).

CINE en mayúsculas, para mí la película tiene todos los ingredientes necesarios para que el producto salga redondo.

Fui a verla a una hora "normal", de las que no suelo ir, la sala estaba llena y tuve que hacer cola para entrar. Detrás de mí iba una señora con un bol gigante de palomitas que comía con fruición, así que al entrar aceleré el paso para intentar esquivarla y que no se sentase a mi lado. Lo conseguí metiéndome en el centro de una fila en la que quedaban un par de asientos libres, pero no me libré del gracioso de turno que se ríe a carcajadas sin motivo.
Sin embargo, la película hizo que me olvidase hasta de eso.
Podéis leer una buena crítica en el enlace que os he puesto. La sinopsis más corta que he encontrado:
El rey George VI del Reino Unido se vio obligado a reinar tras la abdicación de su hermano Edward VIII. Es tartamudo, y por eso busca un terapeuta de trastornos del habla, Lionel Logue, que tiene unos métodos poco ortodoxos.

Tiene lo que hay que tener: un buen guión, bien interpretado y bien dirigido.
Con respecto al guión, me parece fascinante que partiendo del defecto (no insignificante, por otra parte, en su situación) de un monarca, se construya un argumento tan sólido, descubriéndonos las causas y las consecuencias, los miedos, los complejos y las frustraciones, sin caer en la irreverencia o en el melodrama. La tartamudez del futuro rey de Inglaterra le pone en contacto, gracias a la tenacidad de la futura reina, con su contrapunto perfecto, el logopeda que le ayudará a superarla, antítesis del monarca, a quien impone sus normas. A pesar de ello, o quizá gracias a ello, se generará primero un respeto y después una amistad inquebrantable entre ellos hasta el fin de sus días.

La interpretación de los actores es impresionante. No sólo la de los protagonistas principales, Colin Firth como George VI y Geoffrey Rush como el logopeda, que están que se salen, sino Helena Bonham Carter, como esposa del rey y futura reina madre, también está espléndida, igual que los secundarios Derek Jakobi (el arzobispo de Canterbury), Timothy Spall (Churchill), Guy Pearce (el heredero Eduard VIII, que abdica para casarse con Wallis Simpson) y el resto de actores.

El director Tom Hooper es experto en series televisivas de éxito, algunas históricas también, como Elizabeth I. En esta película utiliza un gran angular que ha sido criticado por muchos, porque difumina el fondo, y distorsiona los extremos, aparentemente sin motivo. Seguramente la razón es dar más protagonismo a los personajes y difuminar el fondo, que metafóricamente pretende ser el contexto político, la antesala de la Segunda Guerra mundial.

La película tiene diálogos inteligentes, humor, tensión, dramatismo, un excelente vestuario y se acompaña de la música adecuada en cada momento.
Para mí, una película redonda.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Objetivo 2011

A este año le quedan dos telediarios, literalmente.
Como medimos nuestra vida en años, la sensación de que se acaba una etapa, o que se empieza otra con cada año, nos hace plantearnos retos, deseos, propósitos a cumplir durante el próximo.
Es lo que tenemos los humanos, necesitamos la zanahoria delante para ir tirando. Los propósitos de este año que no se han cumplido a día de hoy, los desestimamos, o renovamos votos.
No estoy hablando de proyectos vitales, claro, que suelen plantearse en periodos de tiempo más largos. Me refiero a los "propósitos de enmienda", intención de resolver aquellas carencias o excesos que no nos hacen malos, pero sí peores.

Somos poco originales, la mayoría de objetivos son comunes entre los mortales del mundo occidental (por favor, pasad a ver el cartel que ha hecho Salles en su inteligente blog). Y la mayoría se quedan sin cumplir, porque se trata de modificar hábitos y conductas, que es lo más difícil que hay: adelgazar, dejar de fumar, ir al gimnasio, aprender o mejorar el inglés...
A medida que pasan los años y uno se propone las mismas cosas, señal de que no se han cumplido, se van abandonando las promesas.

Personalmente, hace tiempo que no me propongo nada, al menos al inicio del año, lo que deriva en un "tantsemenfotisme" ("todomelasudismo") respecto al año, a las fiestas, al invierno o al trabajo, descomunal.
Está claro que no vamos (voy) bien. Tengo que buscarme un propósito para invocar con las doce uvas. De los clásicos:

No tengo que adelgazar.

No quiero dejar de fumar. Por lo fácil que lo están poniendo. ¡Y eso que fumo poco! Si se empeñasen en castigar a los defraudadores, maltratadores, asesinos y otras malas hierbas, la mitad que en perseguir a los fumadores, otro gallo nos cantaría. ¿Por qué no persiguen a las tabacaleras? Ah, perdón, que les dan muchos milloncejos.
Me estoy yendo por los cerros de Úbeda.

Ya me apunté al gimnasio a principios de este año y comprobé, una vez más, que no es lo mío. Prefiero mantenerme en forma con el baile.

El inglés, ya lo practiqué bastante con el nigeriano.

En el trabajo me han dado la pista. Me quejaba hoy ante una técnica cuya opinión me merece mucho respeto, del poco caso que me hacen en general técnicos y residentes respecto a mis enseñanzas sobre el trabajo bien hecho, los beneficios que se obtienen cuidando los detalles, la eficacia de la sistematización...
Me ha contestado:

- Quizá no utilizas el tono adecuado.

- ¿Me estás insinuando que soy demasiado blanda?- pregunto yo, boquiabierta.

Me ha sonreído y con un gesto de la cabeza afirma:

- Bueno, digamos que dices las cosas de manera muy dulce.

-¿¿¿Cómo??? ¿¿¿Dulce yo...??? ¿¿¿Estás hablando conmigo???- He tenido que girar la cabeza a ver si se dirigía a alguien que estuviese detrás mío- ¡¡¡Que se lo digan a mis hijos!!!

- Con los hijos es distinto. El otro día te vi hablando con el residente Fulanito, se suponía que le estabas riñendo, y no lo parecía.

- ¡Mierda!, - he pensado- ¡Me pasé con la Terapia Breve Estratégica que hice para disminuir mi genio! ¡Y eso que me dieron el alta a las 7 sesiones!

Así que ya tengo objetivo para el 2011:
RETOMAR MI MALA LECHE.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Alguien con quien hablar

No lo he leído todavía, pero es mi próximo objetivo: Alguien con quien hablar, de Ángel Gabilondo, filósofo y catedrático de Metafísica, y desde abril de 2009, ministro de Educación.
Amante como soy de la palabra y la conversación, creo que expresa infinitamente mejor que lo podría hacer yo lo que pienso al respecto, al menos en algunos párrafos que he leído. Las palabras, según Gabilondo, son el modo que tenemos de acercarnos a los demás, de aprender, de conocernos. Además de invitar a liberar las palabras silenciadas por el miedo a enfrentarnos con nosotros mismos o con las realidades de la vida, invita a buscar el calor en las relaciones humanas a través de la palabra cercana y del afecto. Vivimos buscando y reivindicando la caricia y la cercanía, y el autor propone reconocer la dignidad de los afectos, reivindicar concepto en las emociones.
Algunos párrafos para reconciliarse con uno mismo:

«Bien es sabido que convivir no es fácil, ni siquiera con uno mismo. La singularidad es tan irrepetible que, en ocasiones, resulta excesiva. Nada es más exigente que encontrarse diariamente con que uno ha de soportarse. (...) Estamos poblados también de frustraciones y de culpa. Y no exclusivamente por las cosas hechas mal, sino por tantas otras desatendidas, no cumplidas, olvidadas, descuidadas. Una vida es una ingente cantidad de tareas sin realizar, de vidas no vividas. No es que hayamos de incidir en remordimientos, ya se ocupan ellos de efectuar su labor, aunque el mayor de los pesares suele obedecer, en última instancia, a lo no hecho, por indecisión, por torpeza, por vagancia o, incluso sencillamente, por esa dejadez tan activa que nos impulsa a vernos acunados por los acontecimientos, adormilados por lo que nos pasa.

No son sin embargo las tareas no efectuadas o mal hechas las que conforman el temblor de nuestro corazón. Los otros, el otro, éste o aquélla, el afecto no dado, no acogido, el daño ocasionado, la respuesta tibia, insuficiente, o negada, el desamparo provocado, la desatención, cuando no simplemente el descuido, forman parte de aquello con lo que tenemos que vivir y que ya nos constituye. (...) Hemos de saber que quizá lamentaremos no haber estado a la altura de las circunstancias, en definitiva no haber sabido querer y, ni siquiera, querernos. (...) Abrazar nuestras carencias no es cómodo. No hacerlo es suicida.

No es cuestión de resignarse, ni de castigarse permanentemente de modo cada vez más sofisticado, ni de compadecerse de sí mismo, como si uno fuera la principal víctima de la injusticia del mundo. Y, menos aún, de dejarse gobernar por los propios estados de ánimo, ni de que los trabajos nos dominen y las relaciones nos agobien. Quien no se quiere es peligroso. Quien se gusta demasiado también. Éste es el desafío: quererse sin, tal vez, gustarse. De lo contrario seremos, simplemente, poco soportables. Sobreponernos a nuestra, a veces, insidiosa compañía es también trabajar y soñar por encima de nuestra realidad, resucitar cada día y liberarnos de la resistencia a abrazarnos también a nosotros mismos. Y recrearnos para sobrevivirnos gozosos en cada ocasión».

Alguien con quien hablar fue publicado en 2007 por la editorial Aguilar. Posteriormente, en 2009, la misma editorial publicó Contigo, donde Gabilondo reflexiona sobre la memoria, el olvido, la palabra y la compañía. Este año Seix Barral ha publicado Palabras a mano, en el que anima a vivir sin grandilocuencia, serena y reflexivamente.
Empezaré con Alguien con quien hablar, y ya veremos hasta dónde llego, porque con el ritmo de lectura que me gasto últimamente, es capaz de publicar varios libros más mientras tanto.

viernes, 24 de diciembre de 2010

I am not in the mood

Me repito como el eco.

Cada año siento ese desasosiego en mi interior, como un nudo en el cerebro, producto de la lucha entre lo que pienso y mi alrededor, entre mis creencias, el tsunami familiar que me arrastra, y mi realidad. Pero cada año es peor, o así lo siento yo.

¿Por qué cada año digo que no me pillan más, y sin embargo ahí estoy?

Sé la respuesta, no hay que ser muy listo: Por no tener previsión, por vivir al día, por no hacer nunca planes más allá de unos días, por esta sensación de provisionalidad que tengo de mi vida. Por dejarme llevar, por no querer problemas, por sentimentalismo, debilidad. Por dejadez, procrastinación, pereza... por cansancio, por trabajar demasiado... y paro, que parezco el del anuncio de la Coca-Cola.

Espero que algún día cambie y sienta que estoy viviendo la vida definitiva. Quizá sea tarde.

De momento, lo pasaremos como podamos. Vosotros también.

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