jueves, 22 de enero de 2009

Mobbing rural

Oigo en un programa de la tele que los pixapins (meapinos, como llaman en el medio rural a los urbanitas, especialmente a los de Barcelona) que tienen segunda residencia en el campo, se quejan de cosas habituales e inherentes a él: el olor de las granjas de cerdos, las campanadas de la iglesia los domingos por la mañana, el sonido de los cencerros cuando pasan los rebaños, el canto del gallo de madrugada...

¡Veo a un pastor forrando los badajos de los cencerros con cinta aislante, para amortiguar el ruido!

Me quedo perpleja: no puede ser.

A ver, que descerebrados hay en todas partes, pero se supone que quien se compra una residencia para pasar los fines de semana o las vacaciones, en el campo, la montaña o el mar, es porque le gusta.
Quiere gozar de sus beneficios: paisaje, tranquilidad, naturaleza, belleza, autenticidad... y se supone que acepta y asume los inconvenientes que lleva asociados. Si te compras una casa al lado de una granja de cerdos, ya sabes que no siempre olerá a rosas, como quien se la compra cerca de un aeropuerto, sufrirá los ruidos de los aviones, ¿no?.
Si no quieres polvo, no vayas a la era.

Hace algo más de un año, agricultores y ganaderos de algunas comarcas gironinas, como l'Empordà o el Ripollès, ya denunciaron que sufrían presiones por parte de ayuntamientos y otras entidades para abandonar su actividad económica.
Por ejemplo, eran acusados de que no cumplían la normativa en cuanto a la distancia mínima que debía haber entre sus explotaciones y la zona habitada, cuando en realidad era el pueblo el que crecía y se acercaba a las granjas, no al revés!

Todo esto no es más que una tapadera. El trasfondo del asunto, como siempre, es económico: Se trata de presionar a los ganaderos para que abandonen su actividad económica, que los payeses vendan las tierras... para construir segundas residencias, o campos de golf!

No se puede pretender (ni permitir) que el campo sea una ampliación de la zona metropolitana, con sus ventajas y sin sus inconvenientes.

Desde el respeto debe poder conciliarse campo (o montaña, o mar), con ciudad. Es bueno para todos, que los habitantes de la ciudad puedan beneficiarse de las delicias de la vida rural, aunque sea sólo los fines de semana, y los habitantes de comarcas, del beneficio económico que supone el turismo que acude.

Y lo digo desde la perspectiva de quien ha escogido la montaña como patria adoptiva.
Si no conciliamos, mataremos la gallina de los huevos de oro.

4 comentarios:

Rosa Soler dijo...

Sembla mentida...
però és així.
La gent de ciutat vol tranquilitat... i qualitat.
D'on es pensa que surt la carn? i els enciams?
N'hi ha per llogar-hi cadires!!
Rosa Soler

maikix dijo...

Quanta raó tens, Rosa!
En un país tan ric com el nostre, en indústria, agricultura i ramaderia, a més del paisatge i la cultura, malbaratar tot això a favor del turisme, que "també" és un valor que tenim, és penós.
Ens estem convertint en un parc temàtic!
Salutacions.
Maica

Anónimo dijo...

Mai he entès que hi hagi qui es faci una casa fora de la ciutat però que vulgui que TOT sigui com si no es mogués de casa.

I això de les protestes per activitats que ja es feien en aquell lloc quan es van construir les cases o urbanitzacions és molt freqüent i també passa en pobles grans i ciutats. Recordo el cas de La Farga de l'Hospitalet. Clar que després el van saber aprofitar molt bé per a serveis.

(Molt bonica, la foto!)

maikix dijo...

Gràcies, Mercè, la foto he de dir que és un paisatge xinès.
Respecte al tema del post, sembla que al País Basc ho tenen una mica millor planificat, amb el "Plan de Desarrollo Rural Sostenible", desenvolupat al 2004, subjecte a la "Ley de Desarrollo Rural" (aprovada al 1998), que entre d'altres coses, contempla un capítol de mesures amb "requisitos de obligado cumplimiento" per a pagesos, i ajudes per propiciar el progressiu relleu generacional.
Tot i així, també es queixen.

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