viernes, 9 de enero de 2009

Las 4 estaciones

Hace años, cuando era una niña, pensaba que me gustaría vivir en un lugar donde siempre fuese primavera. Lo achacaba a que no me gustaba el frío, me aterraba y paralizaba.

Aunque cuando los profesores, a principio de curso, preguntaban a los alumnos si nos gustaba más el invierno o el verano, esperando como respuesta masiva ¡EL VERANO!, por aquello del gusto a las vacaciones y la tirria al colegio, yo siempre sorprendía con lo contrario.

No quiero ser repelente, soy sincera cuando digo que me encantaba la vuelta al cole, hojear los libros nuevos, el olor de sus páginas inmaculadas, husmear lo que íbamos a aprender ese curso...
Supongo que en parte era porque no hacía nada especial en verano, y las vacaciones se me hacían largas y aburridas, y yo lo que quería era aprender. Siempre me ha entusiasmado que me enseñen, aunque me ha gustado poco estudiar.

Volviendo a lo de la primavera eterna, hoy en día no me gustaría. Me gusta vivir en un clima templado, con cuatro estaciones a lo largo del año, y me encanta que sean como tienen que ser, con todas sus consecuencias (no sé si con el cambio climático me quedará mucho disfrute):

El invierno, que se inicia aproximadamente con el año, debe ser frío, riguroso, que te mantenga medio hibernando, expectante ante la novedad de los meses que tenemos por delante.

El verano debe ser caluroso, y también paralizante. Es imprescindible que haga calor, que invite al relajo y al paréntesis de las vacaciones.

El otoño, con la temperatura suave y la decadencia que emana, favorece la reflexión melancólica de lo que caduca, que culmina con el desenfreno consumista de la liquidación del año. En algunos sectores, estudiantiles y laborales, el otoño es inicio de un nuevo período, resurgimiento y renovación.

Para mí se lleva la palma, la estación que más me gusta: la primavera, que ya en febrero empieza a olerse. Temperaturas agradables y en ascenso, pero no es sólo eso.
Es el estallido de la vida en la naturaleza lo que me seduce y me impregna: la aparición de las nuevas yemas en árboles y plantas se reproduce en mi organismo con la germinación simultánea de brotes de capilares en mis vasos sanguíneos, que inundarán de nueva savia mis tejidos inyectándoles vida. Es un período en el que me siento en plenitud, vital y dispuesta.

Cuatro estaciones simétricas y contrapuestas dos a dos.
Quizá estoy más integrada en la naturaleza de lo que creía, y mis biorritmos coinciden con el ecosistema de la latitud (41º norte) que me ha tocado en suerte.

Entre esto, y las hormonas, que dominan mi vida, yo, que me creía dueña de mí, y resulta que me mangonean factores que no puedo controlar, sólo soy una realquilada en mi propio cuerpo!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encantado, muy bonito. Tienes alma de poeta, besitos

maikix dijo...

Gracias, Ana, me alegro de que te haya gustado, aunque yo creo que mi alma es de lo más prosaica.
Un abrazo.

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