lunes, 27 de abril de 2009

Hablar en público

Existen manuales sobre cómo hablar en público, sobre cómo preparar una conferencia, qué decir, qué callar, cómo decirlo (de eso saben un montón los políticos y sus asesores).

Casi nada que el sentido común no dicte.
Ya sé, ya sé, que dicen que el sentido común es el menos común de los sentidos... Pero yo creía que en según qué círculos, en gente leída y estudiada, en gente que investiga, que deduce, que cuestiona... tendría que ser el sentido que más abunde.
Porque tan importante como tener los conocimientos, es saber transmitirlos.

Todos hemos ido a la escuela, cuando menos, y sabemos lo importante que es que un profesor sepa transmitir los conocimientos para que éstos lleguen a la audiencia. Y todos tenemos experiencia de odiar una asignatura porque el profesor que nos la impartía era malo, o entusiasmarnos por otra que a priori no nos interesaba, pero el profesor contagiaba su pasión.

Sabemos de más que hay eruditos que no son capaces de encender la chispa del interés hacia sus clases o conferencias.

Entonces, ¿por qué todavía hay conferenciantes que hacen presentaciones de pena, o aburridas, o mal preparadas?
Vale que no todo el mundo tiene gracia innata para estas cosas, pero por lo menos, lo que dicta el sentido común. Y si no lo tienes, pues lo que mandan los manuales, ¿no?

¿Cómo es posible que un conferenciante, a media conferencia, acelere porque se le acaba el tiempo? Una estupenda presentación se puede ir al traste por ello, por muy buena que fuera la primera parte. Es evidente que si no puedes seguirla, pierdes interés y desconectas.
El ponente sabe de antemano el tiempo de que dispone, y tiene que haber ensayado.
De la misma manera, una charla pierde interés si quien la da es extremadamente lento, habla entrecortado, o no se la sabe.

Otra cuestión que me parece importante es la complejidad de las diapositivas. Una diapositiva densa, con mucha letra ininteligible, tablas interminables, diagramas incomprensibles... que sólo pueden leer, con suerte, los asistentes de las primeras filas, no sirve de nada y también pierde interés.

La valoración final de una conferencia, un curso, un seminario, no se hace sólo en base al interés teórico, sino también de la amenidad con que se haya impartido. De ahí que tan importante sea la elección de los temas como la de los conferenciantes.

5 comentarios:

Ave dijo...

Por regla general me atrevo a decir que en España se habla fatal en público. Conferenciantes que aburren a las mismísimas musarañas, presentaciones abigarradas que nadie entiende, nula interacción con el público, etc. Es deformación universitaria: a nadie le obligan a exponer un simple trabajo en clase (con lo que se aprende), y claro, luego pasa lo que pasa.

Lo siento pero yo es que para algunas cosas soy gringa total. Se aprende mucho cuando tienes que dar una presentación de 20 minutos sobre las fronteras otomanas en el siglo XVI o cosas peores. Y como te pases o se te duerma alguno, te cortan el cuello.

maikix dijo...

Completamente de acuerdo, se debe enseñar en las escuelas. Se aprenden muchas cosas, desde lo que es importante decir, hasta el respeto por el público.
Los americanos son exagerados en algunas cosas, pero creo que hacen bien exigiendo resultados. Otro gallo nos cantaría aquí si lo hiciésemos con políticos, profesores, funcionarios, profesionales, etc, que están sentados en una poltrona.

PATSY SCOTT dijo...

Los anglosajones en general, son muy buenos con la oratoria.
En mi cole, desde los 12 años, teníamos una asignatura llamada "Debating" (que luego fue remplazada por Current Affairs). Se elegía un tema y la profesora designaba a los encargados de defender o atacar la premisa en cuestión. ¡No te imaginas lo difícil que resultaba, a esas edades, defender una postura con la que no estabas de acuerdo - encontrar argumentos para sostener lo que decías, y finalmente, expresarlos de forma coherente y convincente.
El "ganador" del debate era aquel que conseguía convencer a la mayoría.
A mí me supuso toda una revelación entonces, descubrir que todas las posturas tienen algún argumento que las sustenta, que dichos argumentos son más o menos creíbles según estén bien expresados o no, y sobre todo, nos enseñó a expresarnos con claridad delante de los demás.
En el fondo, lo que comentas acerca de las conferencias se podría aplicar punto por punto a los profesores o maestros en una clase.
También me encanta la gente que sabe hablar sin papeles y no abusa del maldito POWER POINT.

Ave dijo...

Qué bueno tu comentario, Patsy. ¡Completamente cierto! En España no existe (desde que decidieron cargarse el estudio de las Humanidades clásicas con su herencia de retórica y oratoria) esa tradición, que afortunadamente sigue manteniéndose en la cultura anglosajona. Martha Nussbaum habla de la importancia de las humanidades en el curriculum universitario: me parece verdaderamente patético que en España una persona que estudie una carrera técnica no esté obligada a adquirir unos conocimientos mínimos de expresión... Luego, claro, salen todos "injinieros". Ya me entendéis ;-)

maikix dijo...

Patsy, me lo puedo imaginar, porque también hacia los 12 años se hizo en mi cole una prueba así, no recuerdo en qué asignatura, pero sólo una, porque fue un desastre. A mí me tocó en el grupo de defensa de la publicidad en televisión, y no supe hacerlo. Se me quedó una espinita clavada y desde entonces exijo y busco argumentos para todo.

Ave, yo soy de ciencias, y me horroriza lo mal que escribe y que se expresa la gente en general! ;-)

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