domingo, 9 de noviembre de 2008

Suicidio

Ayer estuve con un viejo amigo que, según sus propias palabras, necesitaba tomar una copa y hablar con alguien como yo. El motivo, aunque no tiene que haber motivo para tomar una copa con un amigo, es que, en el plazo de un par de semanas, se han suicidado dos amigos suyos, no relacionados entre ellos.

Desde que supe los sucesos, me puse a su disposición para ofrecerle mi hombro, y fue ayer cuando lo aceptó.
Aunque lo de necesitar a alguien como yo no sabía cómo tomármelo: ¿Es por mi visión cenicienta de las cosas? ¿Mi humor ácido/negro/irónico? ¿Mi disposición a buscar los porqués a todo? ¿Para hablar de cine y evadirse?

Estuvimos hablando sobre el suicidio. Afortunadamente, no tengo experiencia a mi alrededor, y por lo tanto, lo que puedo decir de él es pura especulación. Según dicen, lo cometen personas sumidas en una fuerte depresión. Sin embargo, la depresión es mucho más frecuente que el suicidio. Sólo una parte pequeña de los que sufren depresión llegan a él.

Ante un suicidio, al que creo que se llega por convicción (tras un razonamiento erróneo o no, pero con convencimiento), los amigos y familiares se preguntan el porqué, y se sienten culpables. A veces tildan al suicida de egoístas, o de cobardes.
Pienso que un suicida no cuenta sus motivos antes de realizar el acto, y por lo tanto no es posible entenderlos, preverlos, evitarlos ni explicarlos.
O se está muy desesperado, y no se pueden afrontar los problemas, o sencillamente no se quiere vivir.
El único testimonio que tenemos para buscarle explicación al suicidio, qué lleva a alguien a quitarse la vida, es el de personas que han intentado suicidarse y han fallado. Y casi nunca el motivo es único.

Hay otras maneras de quitarse de enmedio cuando los problemas lo superan a uno o no sabe afrontarlos, como el alcoholismo y otras dependencias, que a su vez pueden llevar al suicidio. Bajo los efectos del alcohol o las drogas, uno casi se encuentra como cuerpo astral, flotando en el mundo, ajeno a los problemas, propios y los que genera a su alrededor.

Muchos escritores, pensadores, artistas, se han suicidado, por citar algunos: Séneca, Larra, Hemingway, Virginia Woolf, Emilio Salgari, Zweig, Van Gogh o Pavese. Como me ilustró mi amigo, Cesare Pavese, quien se suicidó en 1950, pensaba que los suicidas eran homicidas tímidos. Yo no lo creo, no es lo mismo no querer vivir, que no querer que viva alguien.

Después de hablar largo y tendido sobre todo esto, la conversación derivó a temas más ligeros, por suerte, y acabamos arreglando el mundo, como siempre. Creo que al final le fue bien, pudo exteriorizar lo que le atormentaba, y además se distrajo. Me sentí buena samaritana.

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