miércoles, 1 de octubre de 2008
Enfadada
Estoy de muy malas pulgas. Y cuando estoy de muy malas pulgas, me cuesta escribir. En realidad me reprimo sin escribir, porque luego me arrepentiría por deslenguada.
Como bien dice Intoku en su última entrada, uno no sólo trabaja por el dinero. Naturalmente que sin éste de por medio, iba a trabajar Rita la cantaora, pero digamos que, cubierta la necesidad mínima, uno intenta llenar el espíritu, ser útil y que le reconozcan o por lo menos respeten lo que hace.
Y para producir, sea lo que sea producir, se necesita un buen ambiente. Naturalmente se puede producir en cualquier circunstancia, pero el productor acaba quemándose.
En algunas empresas donde trabaja mucha gente, es difícil ir a una, seguir criterios parecidos y funcionar de forma homogénea. Siempre hay intereses diferentes y maneras de ver las cosas con matices que, según se manejen, pueden ser enriquecedores o llevar al caos.
Si además el trabajo de uno repercute en otro, es decir, se trata de un trabajo en cadena, desde el menos cualificado al más, la cosa se complica exponencialmente, todos los estamentos deben estar en sintonía.
Para eso están los jefes, directores, gestores o como se les quiera llamar: para unificar criterios e intentar aprovechar las cualidades de los trabajadores y así obtener mayor eficacia y eficiencia.
Y para cuando hay problemas, resolverlos. No despacharlos, ocultarlos ni obviarlos.
Si además estamos hablando de ciertos trabajos donde el producto es la Sanidad, la responsabilidad de que las cosas funcionen es máxima. No se puede dejar la resolución de conflictos a la buena voluntad, a la vocación, ni al amiguismo.
Uf! Una vez que lo he soltado, me he quedado mejor.
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