miércoles, 12 de enero de 2011

David y yo

En 1817 Stendhal, seudónimo del novelista francés Henri-Marie Beyle, visitó Florencia, admirando la belleza de estatuas, fachadas, cúpulas y frescos de las numerosas iglesias y galerías de arte que allí se encuentran. Al llegar a la Basílica de la Santa Cruz, sintió vértigo, palpitaciones y una sensación de ahogo que lo obligó a salir a tomar aire. Describió estas sensaciones en su libro de viajes Nápoles y Florencia: de Milán a Reggio:

Había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de la Santa Croce, el corazón me latía con fuerza, eso que en Berlín llaman nervios; la vida se había agotado en mí, caminaba con miedo a derrumbarme.

En 1989, la psiquiatra italiana Graziella Magherini publicó un libro con los 106 casos registrados durante más de una década en el hospital Santa Maria Nuova de Florencia donde trabajaba, de turistas y viajeros en los que había observado los mismos síntomas que presentó el escritor, y lo denominó Síndrome de Stendhal.
El cuadro clínico varía en cada caso, pero generalmente se presenta con angustia, confusión, excitación, temblor, palpitaciones, sudoración, zumbido de oídos, e incluso alucinaciones, todo de aparición súbita.
Es un estado de ánimo transitorio, un arrebato que se da ante la contemplación de la belleza. Normalmente ocurre al observar obras de arte de notable belleza, en un espacio corto de tiempo y concentradas en un mismo lugar. Esto explicaría que Florencia, una ciudad que acumula tantas obras de arte renacentista, sea el lugar donde más casos se han observado.
Dicen que son especialmente susceptibles las personas con gran sensibilidad receptiva y ansia por contemplar la belleza artística, de ahí que se le conoce también como el mal del viajero romántico. Las personas afectadas por este síndrome, según Magherini, suelen ser turistas relativamente jóvenes, la mayoría mujeres que viajan solas y que proceden de ciudades tranquilas, con una vida ordenada, monótona y sin grandes estímulos artísticos.

Para Óscar Valtueña, médico e historiador del arte, tal síndrome no existe, ya que los síntomas que lo definen son vagos e inespecíficos, y no determinan una enfermedad.
A mí me da igual. Es posible que el apelativo de "síndrome" no sea afortunado, pero hay tantos así...
Llámesele como se quiera, que hay que nombrar las cosas para entendernos, pero existir, EXISTE. Doy fe, que lo sufrí en mis carnes, hace muuuuchos años, pero conservo vívido el recuerdo. Aunque entonces no supe qué me había pasado. Aunque no viajaba sola, era muy joven, mi vida era cualquier cosa menos monótona y no procedía de una ciudad tranquila y sin arte.

Fue en un viaje de fin de curso como profesora. Fuimos a Italia una semana, visitando Florencia, Venecia, Pisa, Siena y Verona. Tres días intensivos en Florencia visitando lo más destacado, lo que uno no se puede perder. Dejamos para el final el David de Miguel Ángel, por quien sentía devoción. Lo había visto muchas veces en dibujos, fotografías, reproducciones, y sabía cómo era. Pero tenerlo allí delante, tan majestuoso, tan grande (no me imaginaba el tamaño real), tan perfecto, tan suave, tan blanco (estaba recién limpito)... me puse a llorar como una Magdalena. Me dio un llanto irrefrenable, que me tuvo tres cuartos de hora sumida en lágrimas a la vez que no podía dejar de mirarlo, de dar vueltas a su alrededor, para cachondeo y estupor de todos los presentes.

Y eso que en realidad el David me parece que tiene algunas partes desproporcionadas, entre otras cosas, es cabezón.
Pero hasta en la gamuza de limpiarme las gafas lo tengo estampado.

8 comentarios:

ISA dijo...

Tengo yo ganas de algo de arte, mira por dónde, que estoy harta del ordenador, de los perritos y de to. Cierto es que tenemos en Madrid un montón de buenísimos museos, pero los dejamos para que los visiten los que vienen aquí, jejeje, que los de la capital tenemos poco tiempo

maikix dijo...

Jajaja, Isa, eso nos pasa a todos. Visitamos una ciudad y vamos a los museos, y no conocemos los de la nuestra.
Yo también debería dejar de lado un poco el ordenador...

Besos

Candela dijo...

Yo creía que era sensible, pero nop... No me ha pasado nada así ante la belleza artística, ¡qué palo! ;)

maikix dijo...

No sé, Candela, si se trata sólo de sensibilidad, o la necesidad de liberar emociones, o del momento en el que te pilla... Pero lo que te puedo asegurar es que es algo incontrolado e incontrolable. No me ha vuelto a pasar desde entonces.
Besos, guapa.

hippie pirata dijo...

Hace mucho mi compañera debió tratar un paciente con este "mal". La cuestión es que lo tuvo bastantes días ingresado y fue el corazón lo que le falló. En aquel momento me dio un nombre muy raro, y cuando le pregunté me dijo que había sido por un exceso de belleza.
El paciente era sueco, de unos cincuenta, y le dio mirando la Sagrada Familia.
Y a mí, que no me dice nada...

maikix dijo...

Gràcies pel comentari, Pau: un amic s'ho prenia una mica "en conya", aduint que era per què el David és un home perfecte i està nu. I això li pot passar a homes i dones, i davant qualsevol manifestació artística, com demostres.
No et diu res la Sagrada Família, o el David?

André Cardoso dijo...

Puede ser mediunidad !
Que tal estudiar un poquito sobre esto ? !
http://www.divinismo.org
Saludos desde Brasil.

maikix dijo...

Bienvenido, André!
No sé qué es mediunidad, pero lo buscaré. Seguiré el enlace, gracias por el interés.
Saludos a Brasil! :)

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