
No he podido comprobarla porque en el trabajo de campo, la cohorte o serie es sólo de uno, es decir, yo.
Creo que el alcohol, además de eliminarse por el hígado y el riñón, se elimina también con las palabras.
Lo que he comprobado en mí: si tomo una copa de alcohol sola, sea cerveza, vino o un combinado, directamente tengo que irme a dormir, de la cogorza que pillo. En cambio, si estoy acompañada, mi capacidad de aguante se multiplica por dos o por tres, y creo que es porque en compañía hablo y hablo, y voy depurando, mientras que si estoy sola, le dejo todo el trabajo a mis órganos internos y les cuesta más, con lo que llega al cerebro más cantidad y antes.
Me falta hacer el experimento de estar sola, beber, y hablar por los codos, aunque sea con las sillas, para discriminar si el efecto es realmente por mi perorata, o es por tener la atención distraída en otras cuestiones.
En estas trascendentes y sublimes elucubraciones me ha sumido la Jornada Mundial de la Juventud. Tan hondo me la calado la visita de su santísima, que no se si tirarme al tren, o al maquinista.
De momento, me he tomado una copa de vino y... pues eso, que me voy a echar un rato.
(Los que tenemos una edad y hemos estudiado latín, sabemos la traducción del título. Para los que no: Éste es el cáliz de mi sangre)