lunes, 5 de enero de 2009

El amigo fantasma

(foto: The invisible man. Salvador Dalí)

El Amigo invisible se va afianzando y extendiendo como tradición, cada año más. No he conseguido aclararme de dónde procede, aunque todo apunta a Sudamérica y su amigo fantasma (quizá el nombre sería más adecuado, atendiendo a su doble sentido).

Lo que está claro es que suele celebrarse en estas fechas navideñas-fin de año-reyes, en un momento en que parece obligado hacerse regalos, y es una opción agradecida en los grupos numerosos, puesto que así todos los que participan hacen un único regalo y nadie se queda sin. Se ha extendido su uso entre colectivos más o menos grandes, como el lugar de trabajo, y se aprovecha la cena de empresa para la entrega. A mí no me gusta hacerlo con los compañeros, somos muchos y mal avenidos. Creo que los regalos deben hacerse entre gente que se conoce bien, incluso para hacerlo de broma, y que el número de participantes debe ser limitado. Si no, acaba siendo un compromiso que se soluciona en las tiendas de chinos.

No sé cuánto tiempo hace que en mi familia celebramos el amigo invisible, casi siempre el día de Reyes, paralelamente a la entrega de regalos a los niños, y es el acontecimiento más esperado por los adultos.
Mi familia es numerosa, por suerte no se acaba nunca: siempre hay gente joven para engrosar el parque infantil y asegurar el recambio generacional.
Consiste básicamente en un gineceo, predominamos de largo las mujeres, con el agravante de que los hombres integrantes son unos rancios y no quieren participar, así que en realidad lo que hacemos es Amiga invisible.

Desde que lo iniciamos se fueron engrosando las filas, ya que establecimos el límite para recibir regalos de los Reyes Magos a los 15 años , y a partir de ahí los nuevos adultos podían incorporarse al Amigo invisible. Siguiendo la tradición rancial, se incorporaban las sobrinas, y los sobrinos se quedaban al margen, por decisión propia y por no querer encontrarse en minoría, y lo mismo han ido haciendo las nuevas parejas.

Pero por otro lado, los últimos años han empezado las deserciones entre las Amigas más veteranas.

No hay reglas del juego establecidas, así que cada colectivo determina las suyas. Nosotras tenemos la norma de que no se puede abrir el regalo hasta que has adivinado quién es tu Amiga invisible, para lo cual se tienen que dar una o más pistas.

Y aquí está la gracia de nuestra Amiga invisible, el momento en que pasa a ser visible.

Es la parte más divertida, hasta los rancios están pendientes e intentan adivinar de quién se trata. Y también es la más costosa, la que te obliga a romperte los cuernos cada año para intentar ser original, y para sugerir, sin ser evidente, quién eres.

Y también es la razón de que las mujeres mayores se hayan retirado, aduciendo falta de ideas y ganas, puesto que el listón estaba alto. Es cierto que el ordenador ha dado un empuje a las pistas, pero antes de eso, la imaginación ya no faltaba.

Algunos años también a mí me flaquean las fuerzas y el entusiasmo, y me da pereza pensar en la pista para mi regalanda, pero lo cierto es que luego vale la pena y lo pasamos muy bien el rato que dura la entrega.

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