Lloré amargamente ante la tragedia de Castelldefels, la proximidad te hace dar un respingo por si alguien conocido pudiera estar allí. El que la mayoría fueran jóvenes que iban a disfrutar de la verbena, y tener hijos que hacen lo propio, también te solidariza con el sentimiento de sus familiares y amigos, te imaginas la catástrofe en tus carnes.
Personalmente creo que el accidente fue causado por la imprudencia, la impaciencia, el incivismo, el egoísmo y la temeridad de los que cruzaron la vía. Hay paso subterráneo, así que no hay excusa.
Estoy de acuerdo en que hay que reclamar, y soy la primera en reivindicar infraestructuras, instalaciones, mejoras, equipamientos, reparaciones, etc, cuándo y dónde no las hay (como en el vídeo que muestra Patsy en su entrada). Pero no se puede responsabilizar de las consecuencias de los propios actos a terceros, cuando te has pasado por el forro las advertencias, cuando las cosas salen mal. Ni a la administración, ni a nadie.
Olvidamos que tener derechos lleva implícitos deberes u obligaciones.Tenemos esa puñetera costumbre de saltarnos las normas, somos muy listos y valientes... si todo sale bien. Pero si sale mal, la culpa siempre es de otro.
Se da el hecho de que la mayoría de los accidentados eran latinoamericanos, muchos ecuatorianos, y el cónsul de Ecuador no tuvo otra ocurrencia que salir a defender a sus congéneres atacando las instalaciones. Si te quejas de que los representantes del gobierno califiquen de imprudentes a las víctimas, antes de que concluyan las investigaciones, ¿por qué haces tú lo mismo, culpando a la administración?
Hay una víctima del accidente de la que apenas se habla: el conductor del tren. Ese hombre que estaba cumpliendo con su trabajo y que probablemente no volverá a levantar cabeza en lo que le quede de vida, sin comerlo ni beberlo. ¿Qué habría pasado si hubiera visto a la gente cruzando las vías, con suficiente antelación, y hubiese intentado frenar, a la velocidad que circulaba, y hubiese descarrilado el tren, con víctimas de su interior? ¿Habrían reclamado responsabilidades a los imprudentes que cruzaban?
Dicho todo esto, el accidente me ha hecho pensar en la responsabilidad, o la falta de ella, de los individuos en general. El proteccionismo nos entontece. El de los padres, a los hijos, y el de la administración, a la sociedad. Creo que en una sociedad libre lo que no puede faltar es la información, y la seguridad de que ésta llega a todo el mundo.
Si me han avisado por activa y por pasiva que el tabaco es malo y puede tener consecuencias nefastas en mi salud, si sigo fumando y enfermo, es mi responsabilidad, no puedo culpar a la tabaquera (otra cosa es antes de la información).
Crecer y madurar implica asumir la propia competencia, en todos los ámbitos. Se aprende al observar en tu vida lo que te sale bien y lo que te sale mal. Tanto en un caso como en otro se debe hacer balance: ¿gracias a quién tal cosa ha salido bien o mal? No hay muchas posibilidades: o es por uno mismo, o por un tercero, o por la casualidad (cúmulo de circunstancias, azar). Pero para aprender de los errores y de los éxitos, hay que ser honrado y sincero con uno mismo al valorarlo.
La inmadurez se vislumbra a la legua, cuando alguien se jacta de triunfos llovidos del cielo, a la vez que se desmarca de sus fracasos, que siempre resultan ajenos.
De la misma manera que es inmaduro quien no toma las riendas de su vida y la organiza en función de terceros, implicándolos en su bienestar. Tengo varios ejemplos ahora mismo a mi alrededor, desde miembros de una pareja que responsabilizan de su felicidad al cónyuge, sin asumir las propias carencias, a los que se embarcan en empresas personales que no pueden asumir sin ayuda.
Personalmente creo que el accidente fue causado por la imprudencia, la impaciencia, el incivismo, el egoísmo y la temeridad de los que cruzaron la vía. Hay paso subterráneo, así que no hay excusa.
Estoy de acuerdo en que hay que reclamar, y soy la primera en reivindicar infraestructuras, instalaciones, mejoras, equipamientos, reparaciones, etc, cuándo y dónde no las hay (como en el vídeo que muestra Patsy en su entrada). Pero no se puede responsabilizar de las consecuencias de los propios actos a terceros, cuando te has pasado por el forro las advertencias, cuando las cosas salen mal. Ni a la administración, ni a nadie.
Olvidamos que tener derechos lleva implícitos deberes u obligaciones.Tenemos esa puñetera costumbre de saltarnos las normas, somos muy listos y valientes... si todo sale bien. Pero si sale mal, la culpa siempre es de otro.
Se da el hecho de que la mayoría de los accidentados eran latinoamericanos, muchos ecuatorianos, y el cónsul de Ecuador no tuvo otra ocurrencia que salir a defender a sus congéneres atacando las instalaciones. Si te quejas de que los representantes del gobierno califiquen de imprudentes a las víctimas, antes de que concluyan las investigaciones, ¿por qué haces tú lo mismo, culpando a la administración?
Hay una víctima del accidente de la que apenas se habla: el conductor del tren. Ese hombre que estaba cumpliendo con su trabajo y que probablemente no volverá a levantar cabeza en lo que le quede de vida, sin comerlo ni beberlo. ¿Qué habría pasado si hubiera visto a la gente cruzando las vías, con suficiente antelación, y hubiese intentado frenar, a la velocidad que circulaba, y hubiese descarrilado el tren, con víctimas de su interior? ¿Habrían reclamado responsabilidades a los imprudentes que cruzaban?
Dicho todo esto, el accidente me ha hecho pensar en la responsabilidad, o la falta de ella, de los individuos en general. El proteccionismo nos entontece. El de los padres, a los hijos, y el de la administración, a la sociedad. Creo que en una sociedad libre lo que no puede faltar es la información, y la seguridad de que ésta llega a todo el mundo.
Si me han avisado por activa y por pasiva que el tabaco es malo y puede tener consecuencias nefastas en mi salud, si sigo fumando y enfermo, es mi responsabilidad, no puedo culpar a la tabaquera (otra cosa es antes de la información).
Crecer y madurar implica asumir la propia competencia, en todos los ámbitos. Se aprende al observar en tu vida lo que te sale bien y lo que te sale mal. Tanto en un caso como en otro se debe hacer balance: ¿gracias a quién tal cosa ha salido bien o mal? No hay muchas posibilidades: o es por uno mismo, o por un tercero, o por la casualidad (cúmulo de circunstancias, azar). Pero para aprender de los errores y de los éxitos, hay que ser honrado y sincero con uno mismo al valorarlo.
La inmadurez se vislumbra a la legua, cuando alguien se jacta de triunfos llovidos del cielo, a la vez que se desmarca de sus fracasos, que siempre resultan ajenos.
De la misma manera que es inmaduro quien no toma las riendas de su vida y la organiza en función de terceros, implicándolos en su bienestar. Tengo varios ejemplos ahora mismo a mi alrededor, desde miembros de una pareja que responsabilizan de su felicidad al cónyuge, sin asumir las propias carencias, a los que se embarcan en empresas personales que no pueden asumir sin ayuda.