sábado, 26 de junio de 2010

Sentido y responsabilidad

Lloré amargamente ante la tragedia de Castelldefels, la proximidad te hace dar un respingo por si alguien conocido pudiera estar allí. El que la mayoría fueran jóvenes que iban a disfrutar de la verbena, y tener hijos que hacen lo propio, también te solidariza con el sentimiento de sus familiares y amigos, te imaginas la catástrofe en tus carnes.
Personalmente creo que el accidente fue causado por la imprudencia, la impaciencia, el incivismo, el egoísmo y la temeridad de los que cruzaron la vía. Hay paso subterráneo, así que no hay excusa.
Estoy de acuerdo en que hay que reclamar, y soy la primera en reivindicar infraestructuras, instalaciones, mejoras, equipamientos, reparaciones, etc, cuándo y dónde no las hay (como en el vídeo que muestra Patsy en su entrada). Pero no se puede responsabilizar de las consecuencias de los propios actos a terceros, cuando te has pasado por el forro las advertencias, cuando las cosas salen mal. Ni a la administración, ni a nadie.
Olvidamos que tener derechos lleva implícitos deberes u obligaciones.Tenemos esa puñetera costumbre de saltarnos las normas, somos muy listos y valientes... si todo sale bien. Pero si sale mal, la culpa siempre es de otro.
Se da el hecho de que la mayoría de los accidentados eran latinoamericanos, muchos ecuatorianos, y el cónsul de Ecuador no tuvo otra ocurrencia que salir a defender a sus congéneres atacando las instalaciones. Si te quejas de que los representantes del gobierno califiquen de imprudentes a las víctimas, antes de que concluyan las investigaciones, ¿por qué haces tú lo mismo, culpando a la administración?

Hay una víctima del accidente de la que apenas se habla: el conductor del tren. Ese hombre que estaba cumpliendo con su trabajo y que probablemente no volverá a levantar cabeza en lo que le quede de vida, sin comerlo ni beberlo. ¿Qué habría pasado si hubiera visto a la gente cruzando las vías, con suficiente antelación, y hubiese intentado frenar, a la velocidad que circulaba, y hubiese descarrilado el tren, con víctimas de su interior? ¿Habrían reclamado responsabilidades a los imprudentes que cruzaban?

Dicho todo esto, el accidente me ha hecho pensar en la responsabilidad, o la falta de ella, de los individuos en general. El proteccionismo nos entontece. El de los padres, a los hijos, y el de la administración, a la sociedad. Creo que en una sociedad libre lo que no puede faltar es la información, y la seguridad de que ésta llega a todo el mundo.
Si me han avisado por activa y por pasiva que el tabaco es malo y puede tener consecuencias nefastas en mi salud, si sigo fumando y enfermo, es mi responsabilidad, no puedo culpar a la tabaquera (otra cosa es antes de la información).
Crecer y madurar implica asumir la propia competencia, en todos los ámbitos. Se aprende al observar en tu vida lo que te sale bien y lo que te sale mal. Tanto en un caso como en otro se debe hacer balance: ¿gracias a quién tal cosa ha salido bien o mal? No hay muchas posibilidades: o es por uno mismo, o por un tercero, o por la casualidad (cúmulo de circunstancias, azar). Pero para aprender de los errores y de los éxitos, hay que ser honrado y sincero con uno mismo al valorarlo.
La inmadurez se vislumbra a la legua, cuando alguien se jacta de triunfos llovidos del cielo, a la vez que se desmarca de sus fracasos, que siempre resultan ajenos.
De la misma manera que es inmaduro quien no toma las riendas de su vida y la organiza en función de terceros, implicándolos en su bienestar. Tengo varios ejemplos ahora mismo a mi alrededor, desde miembros de una pareja que responsabilizan de su felicidad al cónyuge, sin asumir las propias carencias, a los que se embarcan en empresas personales que no pueden asumir sin ayuda.

lunes, 21 de junio de 2010

Yo me bajo en la próxima

Hoy ha empezado el verano. Concretamente, a las 13:28 h. ¡Cualquiera lo diría, con el frío que hace! A pesar del sol, que ya calienta, esta mañana he tenido que salir de casa con chaqueta, igual que ayer, y que anteayer, y que los días anteriores. Y sigo durmiendo con edredón. Vamos a pasar directamente del invierno al verano, sin poder disfrutar de la primavera, ¡con lo que me gusta! Un invierno que no nos ha dejado contemplar el renacer de las hojas de los árboles con la lluvia insistente. De repente, los árboles ya dan sombra, y las acacias y las buganvillas están a reventar de flores, y todo el proceso lo he tenido que imaginar entre cortinas de agua.

En el hospital, se pone el aire acondicionado a partir de un determinado día, haga la temperatura que haga. Si te mueres de frío, es igual. Como en el chiste: "En esta casa se folla a las 10, con Pepe o sin Pepe". Pues aquí, a partir de tal día, se pone el aire frío, con calor, o sin. Sin embargo hoy no. Hoy la temperatura estaba bien, y no tenía ni el aire ni el ruido que genera. Quizá se hayan dado cuenta de que no hace calor. O quizá es la crisis y están ahorrando.

O quizá se han apiadado de nosotros, que ya tenemos bastante. Desde hace un año el hospital está en obras. Están haciendo el nuevo servicio de urgencias, que casualmente está debajo del nuestro. Tenemos un ruido ambiental contínuo que nos está desquiciando a todos, es imposible trabajar. En cambio, pretenden que demos el máximo rendimiento. Para más inri, de las pocas cosas buenas que tengo en mi despacho, la luz, me la van a quitar en parte con las obras que están haciendo: me están plantando una edificación delante, no muy alta, pero con la que me doy de bruces.

En estos casos, me gustaría ser creyente, y pensar que dios está poniendo a prueba mi resistencia: me bajan el sueldo, me obligan a trabajar más con menos presupuesto, me hacen pasar frío, y me taladran los tímpanos con el martillo percutor y la hormigonera, pero yo sigo adelante, porque mi fe inquebrantable me da fuerzas.

¡PUES NO! Las fuerzas las saco de un sentido de la responsabilidad que no se merecen, y estoy hasta los mismísimos ovarios de que me expriman como a un limón y en unas condiciones infrahumanas.

Estoy estupenda de mi lesión cervical, pero me voy a dar de baja. Del mundo, si puede ser.

lunes, 14 de junio de 2010

M.I.R.

A finales del pasado mayo se han incorporado a todos los hospitales los nuevos MIR (Médicos Internos Residentes). Son los médicos que tras acabar los 6 años de la carrera de Medicina y pasar el preceptivo examen MIR que establece el orden de los aspirantes para elegir especialidad, se disponen a desarrollarla, formándose y trabajando en ella. El tiempo que emplearán va desde los tres años en especialidades como Medicina de Familia o Microbiología, hasta los cinco años en las quirúrgicas (Traumatología, Urología o Cirugía General y otras) y la Medicina Interna. El resto de especialidades médicas o médico-quirúrgicas (Neumología, Dermatología, Nefrología, Ginecología y Obstetricia, Digestivo, etc.), y Radiología, Análisis Clínicos o Anatomía Patológica, se obtienen en cuatro años.

Mucho ha llovido y mucho ha cambiado desde que se instauró el examen MIR, hace 40 años. Empezó siendo optativo, fue adquiriendo merecida reputación y ha acabado siendo obligatorio incluso para hacer de médico generalista, de manera que la carrera de medicina por sí sola no vale para nada, con el título de licenciado no se permite trabajar.

En mi época nos presentábamos al MIR unos 15000 médicos para cubrir 2500 ó 3000 plazas de residente en toda España, mientras que en la actualidad prácticamente hay más plazas de residente que licenciados.
Esta situación ha provocado que durante un tiempo se diese el caso de médicos que obtenían plaza de MIR teniendo puntos negativos en el examen, cosa que hace poco se ha prohibido. Obtener una plaza de MIR a partir del número 3000, pocas veces significa escoger la primera opción.

En el examen MIR hay un 5% de cupo para licenciados extracomunitarios, pero no hay límite para los comunitarios y para los extracomunitarios que ya están trabajando. Desde hace cuatro años, en mi departamento, la mitad de los MIR que entran, son hispanoamericanos, y lo mismo pasa en otros departamentos y hospitales, coincidiendo con las estadísticas que muestran que el 45% de los médicos que trabaja en España actualmente son extranjeros.

El desprestigio actual de la carrera de medicina, que exige un esfuerzo considerable ya desde el inicio, con una nota de corte elevadísima para entrar, y años de estudio a los que habrá que añadir los años de residencia para ejercer, constituyen un sacrificio personal y económico que ha hecho que en los últimos años haya disminuido considerablemente el número de estudiantes de medicina, lo que ha llevado a una insostenible falta de médicos que se ha paliado en parte con la homologación rápida de títulos extranjeros. Paradójicamente, me permito añadir que, a pesar de su escasez, no están (estamos) por ello mejor valorados.

El MIR tiene un contrato de trabajo peculiar, que depende del ministerio de Educación, no del de Sanidad ni de Trabajo, y viene a ser como un contrato en prácticas. Su sueldo es irrisorio e insuficiente para mantener una familia, con lo que si contamos que un médico empieza la carrera a los 18 años, se licencia a los 24, un año para acceder a la residencia si es que aprueba el MIR, se incorpora, se especializa... acaba con el título de especialista a los 30 años, que es cuando puede empezar a buscar trabajo, y con un poco de suerte, formar una familia, o no. O eso, o lo mantienen.
En la mayoría de especialidades, los residentes se matan a hacer guardias, que se pagan aparte, para tener un sueldo decente. En el caso de Anatomía Patológica y algunas otras especialidades, no está permitido hacer guardias, así que el sueldo es pelado. Cuando eres ya especialista, lo mismo (cosa que en mi caso, agradezco. Lo de las guardias, no lo del sueldo).

No quiero ser quejica, pero encima, ahora, nos recortan el sueldo. Pero trabajar, más y en peores condiciones.

Con razón nos llaman ratas de laboratorio.

domingo, 6 de junio de 2010

La estupidez

Allegro ma non troppo es una obra de Carlo Maria Cipolla (Pavía, 1922-2000), prolífico historiador económico dotado de un sentido del humor envidiable, que reúne dos ensayos publicados en 1973 y 1976 . No es ésta la obra que le dio el prestigio académico, pero sí la más popular.

El primero de los ensayos es El papel de las especias (y de la pimienta en particular) en el desarrollo económico de la Edad Media. En él, el autor, utilizando fórmulas aparentemente serias y razonamientos absurdos, llega a conclusiones estrambóticas y grotescas, como que el cinturón de castidad fue el que motivó el desarrollo de la metalurgia (para abrirlos muchos aprendían el oficio de herrero o a hacer llaves); o que la pimienta impulsó las Cruzadas y causó el boom demográfico posterior al año 1000, debido a sus efectos afrodisíacos; o que el imperio romano cayó como consecuencia del estreñimiento causado por el plomo de los recipientes. En fin, tesis muy divertidas.

En el segundo ensayo, utiliza un modelo matemático parecido a los que se usan en sociología para enunciar las Leyes fundamentales de la estupidez humana:

1. Siempre e inevitablemente todos subestiman el número de individuos estúpidos en circulación. Según Cipolla, por alta que sea su estimación, siempre nos sorprende que:
a) personas que uno creía inteligentes y racionales, resultan ser estúpidas, y que
b) día a día, estorpecen y obstaculizan la actividad normal individuos obstinadamente estúpidos, que aparecen inesperadamente en los lugares y momentos menos oportunos.

2. La probabilidad de que una persona sea estúpida, es independiente de cualquier otra característica de esa persona (raza, sexo, nacionalidad, profesión...). La falta de cultura o la marginalidad, no están exentos de estupidez, como no lo están la profesionalidad ni ostentar el premio Nobel.

3. Una persona estúpida es aquella que causa perjuicio a otra u otras sin obtener beneficio para sí misma o incluso provocándose daños. El análisis de costes y beneficios de Cipolla clasifica a los seres humanos en cuatro tipos, cada uno de los cuales ocupa un cuadrante en un sistema de coordenadas, donde la abscisa representa el beneficio (+) o (-) del individuo, y la ordenada el beneficio o coste (+) o (-) a los demás.
Los tipos que así resultan son (gráfico 1):

a) Incauto o desgraciado (D), el que beneficia a los demás causándose perjuicio a sí mismo.
b) Inteligente (I), el que se beneficia a sí mismo beneficiando a los demás.
c) Malvado o bandido (B), el que obtiene beneficios para sí perjudicando a los demás.
d) Estúpido (E), el que causa pérdidas a otros, sin obtener beneficio o incluso perjudicándose.

Bajo ciertas circunstancias una persona puede actuar como inteligente y en otras actuar como incauto. Una persona inteligente puede entender el razonamiento de un malvado, éste sigue una lógica (quiere obtener beneficios), mientras que el comportamiento del estúpido es difícil de entender y prever para un individuo razonable, de ahí su peligrosidad. Así, las relaciones con un bandido son posibles, puesto que sus maniobras son previsibles y se puede preparar una defensa. En cambio, frente a un estúpido uno está totalmente desarmado, llevará a cabo su ataque sin un plan, sin una razón, y en el momento y lugar más inesperado.
Al contrario que los individuos de las otras categorías, que son conscientes de lo que son, el estúpido no sabe que es estúpido y eso contribuye a dar más fuerza y eficacia a su poder devastador.

4. Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de los estúpidos. Esto sería fácil de entender si sólo afectase a los incautos, dada su condición, pero sorprendentemente, afecta también a los inteligentes y a los malvados, quizá llevados por la vanidad. Se puede caer en el error de pensar que el estúpido sólo se hace daño a sí mismo, pero esto es confundirlo con el incauto.

5. La persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe, incluso más que los malvados. Cipolla observa (sobretodo en los individos que ostentan el poder), una alarmante proliferación de bandidos con un alto porcentaje de estupidez, a la vez que, entre los que no están en el poder, un aumento igualmente alarmante de desgraciados incautos, lo que llevará sin duda a la sociedad a la irremediable ruina.

Después de todo este exhaustivo análisis sobre la condición humana de Cipolla, miro a mi alrededor, miro en mi interior, y concluyo:

1. SOY UNA INCAUTA.
2. A MI ALREDEDOR TENGO MÁS MALVADOS QUE INTELIGENTES.

3. ES VERDAD QUE SUBESTIMABA EL NÚMERO DE ESTÚPIDOS.

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