viernes, 26 de febrero de 2010

Yo no soy ésa

Hoy he ido al Hospital del Mar a hacer un curso sobre una técnica en cáncer gástrico. Hacía un día espléndido, soleado y nítido gracias a una considerable ventolera fresca que soplaba.

Me he puesto para la ocasión un vestido de punto azul ajustado, que tiene un gracioso volantito estratégicamente colocado para disimular algunas tabletas de chocolate mal distribuidas. Bajo el vestido, unos pantys gruesos de colores, muy divertidos, haciendo cuadros en tonos azules.

Me he levantado muy temprano, como todos los días, pero no tenía que salir de casa hasta las 10 de la mañana.

Como tenía tiempo, he estado haciendo cosas en casa. Cuidando de no estropear el vestido, para no hacer "culera" mientras iba de un lado a otro, me sentaba, me agachaba..., me lo he arremangado por encima del culo, donde el volante.

He salido con tiempo y me he dirigido hacia el metro. Las personas con las que me cruzaba me miraban. Debo tener el guapo subido hoy, pienso yo, vanidosa. En el metro, lo mismo.

De repente, sin mirar hacia abajo, me he empezado a tocar las piernas...

No puede ser verdad... Mi cara se transforma...

Como ya habéis adivinado, ¡¡¡he salido de casa con el vestido arremangado!!!
Me ha empezado a subir un rubor por el cuello, las orejas y la cara, que se me han enrojecido como un tomate. Me ha dado tanta vergüenza que me he bajado una parada antes de la que me tocaba.

El resto del trayecto lo he hecho andando, aprovechando el viento fresco para volver a mi color natural.

El curso ha estado muy bien, y he salido contenta. He vuelto a coger el metro hacia mi casa, y me seguía pareciendo que la gente me miraba. Esta vez no llevo el vestido arremangado, lo sé. No seas paranoica.
Al salir del metro, he bajado la cabeza y me he dado cuenta de que ...¡Llevaba la acreditación del curso colgando! En medio del pecho, todo el mundo podía leer y se ha enterado de que soy la Dra. Fulanita de Tal, de Tal Hospital.


¡¡¡Menos mal que no me han pasado las dos cosas a la vez!!!

Frente a mi casa hay una panadería a la que he entrado a comprar. Mientras me rebanaban el pan, me he dado cuenta de que no llevaba dinero, y le he dicho a la dependienta que me lo guardase.

En casa estaban mis hijos, a quienes les he contado las anécdotas con pelos y señales. Me he vuelto a colocar la acreditación y me he arremangado el vestido para mostrarles exactamente cómo iba. Se han desternillado de risa, claro.

Con un sobresalto me he acordado que me guardaban el pan, he bajado a por él y... ¡¡¡He vuelto a hacerlo!!!... ¡¡¡He salido a la calle tal cual!!!

Os juro que yo no soy así. Es la medicación, de la que me estoy quitando.

martes, 23 de febrero de 2010

Snow business

Después de tanto chocolate negro, un poco de algo blanco, para contrastar.
El vídeo es muy gracioso.


lunes, 22 de febrero de 2010

Chocolate II

Una buena manera de olvidar una historia de amor es comerse un buen púdin de chocolate (Charlie Brown).

Al chocolate se le atribuyen beneficios (reales y no tanto), como el ser un afrodisíaco o incluso sustituto del sexo.
Ello es debido básicamente a dos sustancias que contiene: la feniletilamina y la teobromina.

La feniletilamina es el neurotransmisor principal en el proceso de enamoramiento. Es una amina de la familia de las anfetaminas, bajo cuyos efectos se estimula la secreción de dopamina, noradrenalina y oxitocina (mensajero químico del deseo sexual, entre otras cosas).
Desgraciadamente, la feniletilamina exógena (la que ingerimos), es rápidamente metabolizada por la enzima monoamino-oxidasa-B, así que no llegan al cerebro concentraciones significativas.

La teobromina es un alcaloide de la familia de las metilxantinas, como la cafeína o la teofilina. Debe su nombre al género de la planta que lo contiene en mayor cantidad, el Theobroma cacao o cacaotero. La teobromina es estimulante del sistema nervioso central, diurética (dicen que no se debe dar chocolate a los niños que padecen enuresis, en las horas antes de ir a dormir), broncodilatadora (hay quien utiliza el chocolate como antitusivo) y cardiotónica. 30 g de chocolate negro contienen 450 mg de teobromina.

El cacao también contiene abundantes antioxidantes, como flavonoides, ácido ascórbico y cafeína, entre otros. Uno de los efectos de los antioxidantes es prevenir la acción de los radicales libres sobre el organismo.
Un estudio británico publicado en 2009 en el Journal of Cosmetic Dermatology demuestra que los flavonoides antioxidantes del cacao protegen la piel del sol. El problema es que aquéllos abundan en los granos de cacao, pero se reducen enormemente en el proceso de fabricación del chocolate.
Según otro estudio, éste italiano, publicado en 2008 en la revista Journal of Nutrition, tomando unos 6,5 g de chocolate al día se lograría reducir una media del 17% el riesgo de patología cardiovascular en un tercio de las mujeres y en un cuarto de los hombres. Las altas cantidades de antioxidantes contenidas en las semillas del cacao podrían tener efectos beneficiosos sobre la inflamación.

El chocolate contiene principalmente grasa y azúcar, por lo que es altamente calórico. A priori esto podría considerarse negativo, y ciertamente lo es en personas con sobrepeso o en dietas de adelgazamiento. En cambio, por esto mismo es excelente para deportistas o quienes necesitan un aporte calórico extra.

Respecto a las grasas del chocolate, hay que decir que un tercio es ácido esteárico, de efecto neutro o favorable en la regulación de los niveles de colesterol en sangre. Otro tercio es ácido oleico monoinsaturado (el mismo del aceite de oliva), que reduce los niveles de colesterol total y colesterol malo (LDL). Este efecto parece ser debido también al efecto antioxidante del chocolate.

Hay que decir que los efectos beneficiosos del chocolate se advierten comiendo chocolate negro (menos mal, es el que a mí me gusta), con al menos un 70% del concentración de cacao, que es el más amargo, y en pequeñas cantidades.

Otras sustancias beneficiosas presentes en el chocolate son: fósforo, magnesio, hierro, potasio, calcio, vitamina E, tiamina y riboflavina.

En los últimos años el chocolate también ha irrumpido en la cosmética, atribuyéndole propiedades hidratantes, nutritivas, suavizantes, exfoliantes... Hay todo un mundo alrededor de la chocolaterapia.

Y puesto que se le atribuyen efectos afrodisíacos, tampoco podía faltar el chocolate en el sex business: preservativos, lubricantes, pinturas, rotuladores, aceites... todo con sabor a chocolate, para aumentar el placer, o que éste te llegue a través de todos los sentidos.

Debo ser justa, y describir también los (escasos) efectos negativos del chocolate. Ya he comentado el elevado contenido calórico, pero además, puesto que contiene mucha grasa, da trabajo extra al hígado, y por el alto contenido en azúcar, se desaconseja su consumo en diabéticos. Los taninos que contiene, que le dan el sabor amargo, son astringentes, con lo que favorecen el estreñimiento. Por último, puede desencadenar o aumentar el dolor de cabeza en propensos a sufrir migraña. En cambio, no está probado que produzca acné.

Como curiosidad, el efecto estimulante del sistema nervioso de la teobromina es mucho más potente en animales, como el perro, el gato o el caballo, llegando a ser tóxico para algunos. Fue prohibido dar chocolate a los caballos, antes de las carreras, a los que se dopaba con él.

Y para terminar, cierro el círculo con otra de mis pasiones, el cine. El chocolate está presente en muchas películas, con mayor o menor protagonismo: Chocolat, Como agua para chocolate, Charlie y la fábrica de chocolate, Fresa y chocolate, Un poco de chocolate... No las voy a comentar, porque no quiero extenderme más y no es el objeto de esta entrada.

Me declaro chocohólica, y ahora mismo me voy a comer una porción de chocolate, para olvidar que mañana ya voy a trabajar.

domingo, 21 de febrero de 2010

Chocolate I

La otra tarde me fui a dar una vuelta por el barrio gótico. Me encanta perderme (literalmente) por sus calles, en las que siempre descubro alguna tiendecita que no había visto antes, y me entretengo mirando los escaparates elaborados hasta el mínimo detalle algunos, caóticos otros.

Siempre acabo en la calle Petritxol, mi preferida. En esta calle se encuentra la granja "La Pallaresa", inaugurada en 1947 en lo que había sido una vaquería. Es de visita obligada para cualquiera que viene por primera vez a Barcelona, ya que la granja es famosa por los excelentes chocolates que sirven, solos o en suizo (chocolate con nata que ellos mismos elaboran), acompañados de churros o, mejor aún, deliciosos melindros o ensaimadas. De ahí que siempre haya una cola kilométrica para entrar, sobretodo en fin de semana. Pero este día no sólo no había cola, sino que incluso había alguna mesa libre, y allí que me instalé.

Me di cuenta de que mi corazón está dividido, entre tomarme una buena cerveza o un buen chocolate. Y puesto que hice apología de la primera, no va a ser menos el segundo. Tienen más cosas en común de lo que parece.
Ahí va:

El chocolate, tal como lo entendemos hoy, se obtiene mezclando pasta de cacao y manteca de cacao (productos derivados de las semillas del cacao), con azúcar.

Para encontrar los primeros usos del cacao tenemos que remontarnos a las culturas precolombinas en México.
Se atribuye a los Olmecas su uso en forma de bebida, que más tarde se extendería a los pueblos Mayas y Aztecas. El producto consistía en una especie de cerveza, es decir, una bebida basada en la fermentación de la pulpa del fruto del cacao, que se mezclaba con distintas sustancias como miel, vainilla, guindillas y harina de maíz, y pronto fue muy valorada entre las clases altas y privilegiadas por sus propiedades tonificantes y energizantes.

Cristóbal Colón lo trajo a la Península, obsequiando con él a modo de souvenir a los Reyes Católicos, pero no tuvo éxito, por su sabor amargo y picante y su aspecto sucio. Fue Hernán Cortés quien lo introdujo en la corte española en 1528. En el siglo XVII llega a la corte de Francia, y de ahí se extiende rápidamente su consumo a toda Europa.

La incorporación de azúcar y especias como vainilla y canela (chocolate en el sentido actual) se asocia a miembros de órdenes religiosas. Unos lo atribuyen a unas monjas de un convento en México, y otros a los religiosos de El Monasterio de Piedra, en Zaragoza. Entre las altas esferas eclesiásticas había desacuerdos sobre si prohibirlo o no, por el supuesto poder excitante que generaba en quienes lo tomaban.

En el siglo XVIII los cerveceros británicos solicitaron limitar la producción de chocolate por la elevada competencia que representaba.
Se tomó bebido hasta 1847, cuando, también por británicos, fue creada la primera tableta.
Sin embargo fueron los suizos Peter y Nestle quienes en 1875 (imagino que optimizando los excedentes), le añadieron leche al chocolate, dulcificando más su sabor.
La invención de los bombones se la debemos a los italianos.

Esto me está saliendo más largo de lo que pensaba, así que lo dividiré en dos partes, porque el tema creo que es interesante y lo merece.

lunes, 15 de febrero de 2010

Reciclaje

¡Estoy hasta los mismísimos ovarios de los envases!
Pienso firmemente que se debe reciclar y reutilizar todo lo posible, y creo que respeto el medio ambiente: Lavo con poco jabón, separo las basuras, utilizo papel higiénico reciclado, voy a comprar con bolsas... ¡Si hasta le doy a mi tía las cápsulas del Nespresso para que haga bisutería con ellas!

Pero no me lo ponen fácil. ¿Por qué narices envasan las lechugas con doble bolsa de plástico? ¿Por qué venden tomates en una cesta de mimbre o similar? ¿Por qué el pan de 8 cereales que compraba hasta hace poco, ahora tengo que comprarlo metido en un molde de láminas de madera, además de en un papelito encerado, naturalmente más caro? ¿para qué quiero yo ese recipiente de madera? ¡Ni siquiera sé dónde tengo que reciclarlo! ¿Por qué narices no lo han dejado como estaba?

Hay toda una industria y un negocio detrás del reciclaje, del que los ayuntamientos no son ajenos. Con los contenedores temáticos hemos llegado, si es que esto se ha parado, al límite de lo humanamente aceptable. Ayudamos a los ayuntamientos en la tarea de selección y separación de las basuras, y sin embargo no mueven ni un dedo para reducir los embalajes. En cocinas minúsculas tenemos que acomodar 5 recipientes 5, para los distintos tipos de basura.
Otros tantos contenedores hay casi en cada esquina. Recipientes nuevos flamantes que deben haber costado una pasta, con los correspondientes camiones, porque pasa como con los móviles: si te compras uno nuevo, no te vale el cargador antiguo. Unos contenedores "muy fáciles de usar" porque tienen unas palancas para ser accionadas con los pies, pero que ensanchan los contenedores en más de un palmo.

A todo esto, están dejando el barrio de Gracia monísimo de la muerte, sin aparcamientos para coches y con las calzadas a la misma altura que las aceras. Aceras de un metro de ancho, separadas de la calzada de dos y medio por unos pilones para que no se pueda aparcar. Entre éstos colocan los contenedores que, o bien ocupan la acera, o bien sobresalen a la calzada. O pasan los peatones, o pasan los coches.
Para accionar la palanca, o retiras el contenedor hacia la calzada si aquélla está mirando hacia la acera, o te colocas directamente en la calzada si está mirando hacia ésta.

Con un cinismo sin parangón, periódicamente el ayuntamiento envía una revista (no un tríptico, no, una revista), debidamente metida en un sobre, a cada una de las familias empadronadas en Barcelona, haciendo propaganda de las obras que realiza, de los proyectos que pone en marcha, etc, con un suplemento del barrio correspondiente, especificando las obras que allí se realizan. Una revista que es gruesa casi como el Hola, y que en muchos casos pasa directamente del buzón a la papelera. Esa revista cuesta muchos árboles, y es puramente propagandística.

Eso sí, te regala un cestito para los residuos orgánicos.

domingo, 14 de febrero de 2010

San Valentín


Por si a alguien le habían permitido no enterarse.

sábado, 13 de febrero de 2010

Carnestoltes

Esta noche me voy de carnaval swingero.

No soy muy aficionada a disfrazarme, no porque me dé vergüenza, sino porque en general este tipo de fiestas me da pereza. Sin embargo, este año tiene el gancho del swing, y que la fiesta es cerca de mi casa.

Primero pensé no ir disfrazada, no iban a negarme la entrada por eso. Luego pensé en colocarme cualquier cosa, una peluca, un sombrero, algo que hiciera carnaval. Pero una cosa lleva a la otra, así que intentaré estar a la altura.
Que me conozco, y luego si llego allí, veo a todo el mundo riéndose de las caracterizaciones, y yo sin participar, me da mucha rabia.

Si sale alguna foto chula, la colgaré.

Por cierto, la chica de la foto no va de carnaval. Pensaba que estas cosas (todavía) no pasaban por aquí, pero hace unos días vi una chica por la calle de una guisa muy parecida. Así, disfrazarse ya no tiene la misma gracia.

lunes, 8 de febrero de 2010

Inglis pitinglis

Mientras en Southamptom algunos taxistas están siendo acusados de racistas por haber colgado en sus taxis letreros con "English speaking driver", aquí no hay peligro de eso.

Ayer por la tarde fui con mi amiga Eva a un pub irlandés al que solemos ir con cierta frecuencia. Nos sentimos cómodas allí, a pesar de que a veces es imposible sostener una conversación, debido al ruido de fondo que hay, sobretodo cuando retransmiten partidos. A pesar de eso, el ambiente es agradable, y sirven la mejor Murphy's de Barcelona. Muchos días tienen actuación en directo, y al pobre que actúe se le escucha con dificultad. La gente suele hablar muy alto.
La mayoría de los camareros son irlandeses, y acude gente local y foránea de todas partes, pero especialmente británicos.

Ayer teníamos un grupo de fornidos daneses junto a nosotras, que llevaban en el cuerpo unas cuantas pintas, y que hablaban muy alto.
Mientras Eva fue al lavabo, me abordó uno de los daneses, quien seguía hablando igual de alto a pesar de colocar su cara a dos centímetros de la mía. Se dirigió a mí en inglés y, sorprendido de que le respondiese, me preguntó de dónde era. Incrédulo porque le hablaba en inglés, insistía en especificar si era española y barcelonesa y, después de convencerlo de que sí, sintió curiosidad por si hablaba inglés por mi trabajo. Debo aclarar que por mi físico pasaría desapercibida en Irlanda o en Escocia, cientos de veces me han tomado por extranjera.

Pero la incredulidad del danés no venía por mi aspecto, sino porque hablaba inglés. Eran un grupo de agricultores que habían venido el fin de semana a ver el partido del Barça, del que son seguidores. Estaba maravillado por la ciudad, la limpieza (le rebatí esto), los precios económicos (también se lo rebatí) y el trato recibido. Sin embargo, estaba estupefacto porque nadie habla inglés. Me contó que no habían encontrado ni un taxista, dependiente, ni ciudadano por la calle que hablase inglés, y que yo era la única persona con la que había podido mantener una conversación. Me pareció raro, pero insistía especialmente con los taxistas (imagino que tampoco habría tenido contacto con mucha más gente). Contaba que en sus viajes a Portugal había constatado que todo el mundo hablaba inglés, y no entendía cómo aquí no, siendo un país pegado al nuestro. Seguía metiendo el dedo en la llaga preguntando si eso era algo que pasaba en toda España o sólo en Barcelona.

A pesar de parecerme una exageración, en el fondo sentí vergüenza porque razón no le faltaba.

Editado posteriormente:
Podía haberle dicho al danés lo que Zapatero a los asistentes al Desayuno Nacional de la Oración en Washington: cuando le preguntaron por qué hacía su discurso en castellano y no en inglés contestó que el castellano es la lengua en la que, por primera vez, se le rezó al Dios del Evangelio en esta tierra.
Es que no tengo cintura. Claro que el danés se hubiera carcajeado como lo hicieron allí.

martes, 2 de febrero de 2010

Gimnasio

A pesar de mi antipatía por el deporte, me he apuntado a un gimnasio.
Sí, señores.
No se trata de ningún propósito de inicio de año, que éste está ya entradito, y yo no gasto buenos propósitos, sino consecuencia de mi lesión.

Nadie duda que mi hernia discal cervical está causada por la postura estática y sedentaria a la que me obliga mi profesión: cuando no estoy examinando muestras al microscopio las examino macroscópicamente, y cuando no, estoy delante del ordenador, leyendo o escribiendo.
Aunque me recupere del todo, es evidente que si vuelvo a lo mismo, tengo muchas probabilidades de que se vuelva a reproducir la hernia, ésta u otra. Como a estas alturas de mi vida no voy a estudiar otra carrera ni a tirar por la borda la que tengo, no puedo cambiar de trabajo (aparte de que no quiero, si no es para dedicarme al baile ;P), así que tengo que hacer algo al respecto, y lo único que puedo hacer es reforzar la musculatura y moverme un poco más.

Todo este minirrollo que os he soltado se puede resumir en que: tengo que hacer algo para no herniarme con mi trabajo, y ese algo es gimnasia.
Gimnasia: técnica de desarrollo, fortalecimiento y flexibilización del cuerpo por medio del ejercicio físico.

Hace unos años me apunté a un DIR (gimnasios muy extendidos por aquí, no sé si están también por el resto de España), que tienen fama de pijos, pero uno de ellos quedaba cerca de mi trabajo de la tarde. Iba un par de veces por semana, cuando el trabajo me permitía "montármelo". Aún así, me complicaba bastante la vida. Creo que decidí ir porque estaba cercana a los 40 y me entró el pánico.

Durante unos días hice una tabla de ejercicios que me propuso el entrenador (común, no personal) para empezar. Cuando la completé, me sugirió pasar a las máquinas y hacer pesas. Empecé por las máquinas, aunque me sentía bastante ridícula en esos aparatos que me parecen potros de tortura, y seguí con las pesas.
Las pesas para hacer bíceps consisten en una barra metálica a la que se añaden a ambos lados los pesos paulatinamente. Sé que la mayoría de gente conoce todo esto, pero para mí era novedad. El entrenador me advirtió que la barra sola ya pesaba seis kilos, con lo que debía empezar sólo con ella, sin ponerle peso.

Imaginaros la situación: en la sala del gimnasio, llena de aparatos con gente practicando todo tipo de ejercicios. Al fondo, toda una pared de espejo. Frente a ésta, unos bancos y las pesas, para que quienes practicasen se mirasen en él (para evitar malas posiciones, supongo). Yo, que me siento en un banco, totalmente frente al espejo, dispuesta a empezar a hacer pesas. Detrás mío, todos los vigoréxicos. Yo, que cojo la barra con las dos manos, flexiono los brazos y... ¡zas! Me arreé un trompazo en todos los morros con la barra, de la fuerza que había hecho ¡pensando que costaría mucho elevar seis kilos!
Inmediatamente se me hinchó el labio superior y empecé a sangrar como un cochino en la matanza. Me tapé con las manos y corrí a una de las fuentes de agua que había en la sala. Nadie me había visto, todo el mundo estaba pendiente únicamente de sus músculos. Mientras me echaba agua, se acercó por detrás el entrenador, me preguntó qué tal, y yo, con una mano tapándome la boca, y con la otra levantando el pulgar en señal de éxito...

Me dolía más el orgullo que el labio. Salí de allí y no volví nunca más.

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